Esta será la segunda entrega de las tres que quiero dedicar a lo que entiendo deberían ser los pilares de una sociedad mejor: un pilar, la educación, y el otro, la libertad. En el polo opuesto están la prohibición, la persecución y la censura tan del gusto de los oligarcas y los pobres de espíritu. En estas tres entregas plantearé a modo de ejemplo cómo nos pueden resolver algunas de nuestras eternas controversias desde el sosiego y el respeto al prójimo, que no es otra cosa que el respeto a uno mismo. Tras un breve enfoque sobre la tauromaquia, hoy es el turno de hablar sobre las drogas
Y es que habrá que aceptar que algo estamos haciendo mal, ¿no? No en España, en el planeta. Tras décadas de prohibición y persecución, no se conoce un solo país que pueda decir que ha acabado con el tráfico y consumo de estas sustancias y todos los problemas asociados al carácter ilegal de estas actividades. Ni uno solo. En España hace más o menos un siglo que se inició esta prohibición y persecución: en marzo del 1918 se acabó con la etapa de libertad farmacológica (aparece la receta médica obligatoria), pero solo en 1932 el gobierno -republicano- prohíbe incondicionalmente la heroína (que antes se podía comprar como jarabe de Bayer). Hoy nada parece indicar que estemos a punto de acabar con esa actividad ilegal.
¿Qué sentido tiene continuar prohibiendo el comercio de esas sustancias de efectos psicoactivos a las que comúnmente llamamos drogas? Es evidente que, tras todo este tiempo de persecución y castigo, ni se ha conseguido ni se consigue eliminar su consumo. Su comercio ilegal es muy lucrativo y goza del acicate y la simpatía que despierta el carácter arbitrario de su prohibición, máxime cuando, tal como se esboza en el libro y la serie Fariña, incluso determinadas estructuras políticas sacan tajada de este negocio.
Y si la prohibición es para evitar su consumo, a cualquiera le entra la risa. ¿Conoce a alguien de 50 años o menos que, en caso de así desearlo, no haya podido acceder a comprar y consumir algún tipo de droga ilegal? No lo creo. Todos hemos tomado nuestras decisiones en uno u otro momento, mejor o peor informadas. Y esta es la clave, la información: la educación. Porque, ahora visto desde el otro lado, ¿cuántas personas no han acabado teniendo problemas con estas sustancias debido a la falta de información? Creo que muchas, he conocido a alguna. Y a estas se le suman las personas que han tenido problemas por el uso de sustancias adulteradas, fruto del nulo control de calidad de los productos, precisamente por ser ilegales.
Una curiosidad: a los detenidos por tráfico y comercio de drogas se les condena por Delitos contra la Salud Pública. Se las trae. Es decir, que un paquete de Marlboro no atenta contra la salud pública y por lo tanto sí se puede comprar en un estanco, a pesar de que es claramente una sustancia perjudicial para la salud desde el cigarrillo uno. La botella de Ballantine’s, similar, cambien el estanco por un bar o un supermercado. Y ya para no hablar de toda la cultura alrededor del vino que, digan lo que digan los médicos patrocinados, es perjudicial para la salud desde el primer vaso. Y ahí está, en todos los centros comerciales adornado con mística y parafernalia. Y usted lo compra o no lo compra, a su gusto. Y a mí me parece bien. También le digo que, si nos ponemos exquisitos con lo que es o no perjudicial para la salud, dejamos los supermercados tiritando. Todo acaba por ser una cuestión de grado. Sea como fuere, el encaje del delito de tráfico y venta de drogas está hecho con calzador, y mucho sentido no tiene.
Drogas accesibles y controladas
Tal como ocurre con el alcohol o el tabaco, sustancias sobre las que también habría que mejorar nuestras campañas de educación, el resto de drogas ilegalizadas como son los cannabinoides, los opiáceos u otros alcaloides, así como otro tipo de sustancias sintéticas, deberían encontrarse accesibles a sus consumidores en locales fácilmente identificables, con fuertes cargas impositivas y avisos y controles de calidad tal como ocurre con el tabaco. Esto eliminaría de raíz todos los problemas derivados de la mala calidad de los productos y estoy convencido que reduciría hasta lo residual su comercio ilegal (algo similar a lo que ocurre con el tabaco y el alcohol en la actualidad).
Pero no soy ajeno a la amenaza de las adicciones y aquí es donde la educación es crucial. Para el consumo de estas sustancias (también del tabaco y el alcohol), sería necesaria una previa formación y habilitación, certificada por entidades públicas o privadas concertadas para este efecto. Para conducir hace falta un carnet de conducir y, para consumir sustancias perjudiciales para la salud, haría falta un permiso equivalente. Tras alcanzar una edad mínima, los interesados en comprar este tipo de sustancias tendrían que pasar unas pruebas teóricas -no faltarían academias encantadas de poder formar estos usuarios-. Como manual, a falta de otro siempre se puede recurrir a la excelente Historia general de las drogas, de Antonio Escohotado. Y tras aprobar el examen teórico: el práctico. A realizar dos meses de voluntariado en una comunidad terapéutica de rehabilitación de toxicodependientes para ver de cerca los potenciales peligros de un uso inadecuado de estas sustancias. A partir de aquí, cada cual estaría listo para tomar sus decisiones.
¿Esto erradicaría los problemas de adicciones? No. Como no se erradican los accidentes de tráfico ni el tabaquismo. Pero sí se reduciría toda la delincuencia asociada. Se contribuiría a la desarticulación de las mafias que viven del tráfico de drogas, se caerían mitos, prejuicios, habría un mayor conocimiento de forma general en la sociedad que demandaría también una mayor investigación en este área. Y dicho sea de paso, sería una buena fuente de ingresos para el Estado, que gravaría estos productos de forma elevada.
¿Han pensado en la cantidad de dinero que se dedica a perseguir narcotraficantes? ¿Y a mantenerlos en la cárcel? Pues todos esos fondos quedarían liberados para causas más útiles. El preso por narcotráfico es un señor que ha ofrecido a otro una sustancia que ese otro quería libremente. La violencia que haya cometido por el camino es injustificable y debe pagar por ella pero, ¿por el contrabando y venta de droga? Les daba el indulto a estos antes que a los del procés. Permítame ser honesto con usted: no creo que el consumo de drogas desaparezca mientras que el ser humano exista.
A través de la persecución del tráfico de drogas no se va a conseguir eliminar ni su comercio ni su consumo
Y acabo como empecé. A través de la persecución del tráfico de drogas no se va a conseguir eliminar ni su comercio ni su consumo. Pero, a través de la educación, sí se puede conseguir que cada persona tome la mejor decisión para ella misma. Y, si se equivoca, una sociedad educada es muy probable que también esté mejor preparada para intentar ayudar.
Pero claro, para asumir este tipo de propuestas son necesarios políticos sin complejos, con criterio y voluntad de servicio. Capaces de tomar sus conclusiones y trazar su rumbo independientemente de lo que hagan los vecinos del norte. Con confianza. En su lugar, mire lo que tenemos. Si viesen un sistema como el que comento en Suecia o Dinamarca se quitarían el sombrero y se desharían en halagos con la baba caída. Pero si lo dice un ciudadano patrio… bah… olvídense. No molesten al señor presidente, que está a ver si lo llama el Sr. Biden y, como lo llame, lo sacamos en todos los telediarios.
He leído el artículo pero a lo mejor me he podido saltar algo porque es bastante extenso, sin embargo la idea principal qué es la legalización de la venta de drogas sí que la he entendido.
Yo creo que las drogas ocupa un lugar muy importante en nuestra sociedad. Esto se puede dar cuenta cualquier persona que viva en cualquier parte: el consumo de la población cada vez es mayor, y los traficantes zarpan a sus anchas.
¿Y qué es lo que puede hacer el Estado con todo eso?
Si no soluciona el conflicto, es que cada vez es más grande, y para colmo no cobra impuestos, y tampoco puede acabar ni con el consumo ni con los traficantes, la solución que le queda es legalizar.
A mí me parece llamativo que en tantos años no hayamos podido tener una respuesta a tantas adicciones. Cómo comenta en el artículo hay muchas cosas que nos hacen daño y que están legalizadas. Pero dentro de lo que son las adicciones las hay peores y mejores.
No sé si es lo mismo curar a una persona del tabaquismo que de la heroína.
Obviamente, la persona que esté tomando heroína durante dos años no va a ser lo mismo que la persona que esté fumando durante dos años, el deterioro será mucho peor en el primer caso.
A mí me es indiferente que legalicen la droga. No es un asunto que me llame la atención.
Me da igual quien gane dinero con las drogas.
Lo que realmente me preocupa es encontrar una solución para este problema.
La situación real es que España cada vez se vuelve más adicta a las sustancias psicoactivas.
Creo que está a la cabecera del alcoholismo y del consumo de cocaína.
Yo creo que si se quiere poner solución a las drogas legalizandolas, también tendría que haber soluciones y alternativas para qué los españoles no tuviesen que recurrir tanto a estos estimulantes.
Y la pregunta que yo me hago es la siguiente: ¿Es España un lugar dónde no es posible vivir sin drogas?
Concordamos en lo esencial estimada Ángeles, la única forma de vencer a un enemigo es mirándolo a la cara.
Un saludo.