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Una imagen de una 'performance' sobre violencia de género.

Igualdad, Opinión, Sociedad

Asesinos de mujeres (I): la violencia lo inunda todo

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Lo podemos llamar de muchas maneras según la posición política o social que adoptemos, pero en lo que todos coincidiremos es en que se trata de asesinatos en toda regla y que es algo que no debería continuar ocurriendo

Abren las portadas de los informativos y a veces se agolpan los casos concentrándose varios de ellos en un breve periodo de tiempo. Y es cuando todos sentimos ese pellizco de «otra vez, otra víctima injusta«. ¿Qué está pasando?

Explicar en pocas líneas por qué somos capaces de hacer tanto daño e infligir dolor a personas que hemos querido, y que nos han querido, no es fácil. El ser humano es capaz de lo mejor y también de lo peor y, muchas veces, los verdugos son también víctimas de su falta de control, de la ira que experimentan por un odio exacerbado que ruge en su interior que les hace ser violentos, pervertidos e incluso depravados.

Existen varias teorías complementarias sobre el origen de la violencia y la agresividad:

1.- La teoría científica de ‘El mono asesino’ de Raymond Dart (1968):

«Cuando nuestros primeros antepasados aprendieron a matar a sus presas y también a otros seres humanos». Es decir, cuando la raza humana más primitiva descubre la fuerza y la violencia como una forma eficaz de conseguir objetivos para su supervivencia y autoconservación. La aparición de la productividad provoca la necesidad de proteger lo que se posee.

2.- La teoría del desarrollo neurológico

Se centra más en el control de la agresividad que ejerce nuestra amígdala, que casualmente es el órgano que se mantiene casi intacto desde nuestro origen primate y que regula nuestra toma de decisiones más viscerales. Nuestra amígdala regula el poder y el placer, la fuerza y el temperamento más impulsivo.

Algunos datos escalofriantes: el 80% de las agresiones sexuales a menores se dan en el entorno familiar. Europa, la moderna Europa, es potencia mundial en turismo de pederastas. La trata de personas para el comercio sexual, junto con la venta de armas y el tráfico de drogas, son los primeros negocios del mundo (los tres ilegales, por cierto). Placer, poder y evasión. Así somos (algunos, no todos).

3.- La teoría del desarrollo social

Nos sitúa en cómo las diferentes civilizaciones han aprovechado el poder para someter a los más débiles. No olvidemos que incluso las diferentes religiones han usado los métodos más violentos para el control de su supremacía: guerras santas, asesinatos en nombre de cualquier dios, ofrendas y sacrificios de personas, torturas, persecución… Incluso el hijo del dios de los cristianos murió de forma violenta y cruel en una cruz.

La mujer ha sido siempre tratada por el hombre como un objeto, una pertenencia sometida al hombre y, en casi todas las culturas, ha vivido subyugada a las exigencias y obligaciones impuestas por su incapacidad de sublevarse ante el poder físico del hombre. Controladas a la fuerza con el miedo a ser destruidas.

4.- La teoría del aprendizaje vicario

Se encarga del resto: un niño que crece en un ambiente violento sólo puede aprender a usar la violencia como algo útil y normalizado. El aprendizaje desde la observación y la imitación de las conductas que nuestros hijos ven en nosotros. El famoso si tú gritas yo grito, o si tú pegas… yo también. Si todo lo anterior lo entrelazamos, podemos llegar a entender, desde una visión multifactorial, por qué somos o podemos ser tan violentos entre nosotros: guerras, exterminios, magnicidios, feminicidios, parricidios, violaciones, pederastia, violencia filioparental, bullying

Estamos rodeados de actos agresivos y nuestro limitado cerebro no siempre alcanza a poder asumir tan altas cotas de violencia. La convivencia que hemos alcanzado con la violencia se ve reflejada también en el éxito de películas y series que devoramos sin fin: sexo, droga y acción son los ingredientes de toda película que compite por una facturación fácil. Si no hay sangre no vende. Violencia en la rivalidad deportiva. Violencia también en los videojuegos, en los que se compite por superar récords de muertes y victorias… Nada tiene sentido.


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