Stephen King y el arte de no rendirse

Stephen King es un gran escritor de terror y ciencia-ficción, aunque parte de los críticos literarios no quieran reconocerlo porque lo consideran «demasiado vulgar»

Es admirable la cantidad de obras que ha escrito, muchas de ellas llevadas al cine. Recuerdo que empecé a leerlo de adolescente: tenía en mi estantería una colección de libros rojos de pasta blanda, con grandes letras negras chorreantes impresas en la portada (Carrie, El fugitivo, La zona muerta) de la editorial Plaza & Janés.

Años después, compré su librito Mientras escribo donde nos cuenta su vida y sin sermonear demasiado, algunos consejos para ser un buen escritor. El título parafrasea el de Mientras agonizo de William Faulkner, uno de sus autores favoritos. En este libro, la vida sigue mientras la matriarca de la familia se está muriendo. En el caso de King, la vida sigue mientras escribe (a veces, escribir se convierte en lenta agonía).

En Mientras escribo, Stephen King nos cuenta su vida, pero nos da a entender que la escritura ha sido lo prioritario. A veces, escribir se ha convertido para él en una liberación ( frente a sus problemas con el alcohol) y otras en una tortura. Dejó el libro a medias por falta de inspiración y lo volvió a retomar, animado por su mujer, tras ser atropellado por un coche y con dolorosas secuelas del accidente.

El escritor no va de listo ni se siente tocado por los dioses. Él se considera un manitas del oficio. De hecho, tiene su caja de herramientas (sus recursos estilísticos, el lenguaje) y opina que, aunque lo de ser escritor viene dado de serie, siempre se puede mejorar, con dedicación y esfuerzo.

Sabe de lo que habla: lleva escribiendo desde niño, con auténtico empeño. Comenzó copiando los cómics que leía y tomando ideas del cine y de su peculiar vida, con una madre soltera, que lograba sobrevivir con sus hijos, con mudanzas frecuentes y trabajos precarios. Se dedicó a escribir de lo que conocía: sus obras se ambientan en pequeños pueblos rurales de la América profunda donde puede pasar de todo.

Cuenta que tenía un clavo muy largo clavado en la pared de su cuarto, donde iba enganchando las notas de rechazo de las editoriales. Cuando ya no cabían más notas no se rindió: cambió el clavo por otro más largo. Escribió en condiciones muy penosas que a cualquier otro le hubieran hecho tirar la toalla.

Estudió la carrera de Magisterio a petición de su madre, para que tuviera un medio de ganarse la vida. Pero eso no le motivaba: «Salí a los cuatro años con el título de maestro… como un golden retriever de un estanque con un pato muerto en las fauces: tan muerto el título como el pato».

Trabajaba a media jornada en trabajos repugnantes y extenuantes y vivió al límite de la pobreza. Su casa fue durante un tiempo una caravana porque no podía pagar un alquiler, y seguía escribiendo sin tregua, en un cuartucho sobre una mesa infantil puesta sobre las rodillas.

Su mujer y su madre fueron fundamentales para él, porque siempre confiaron en su potencial y no dejaron que se rindiera. De hecho, su esposa Tabitha (también escritora) fue la que salvó el manuscrito de Carrie, sacándolo de la basura y animándolo a publicarlo.

Un fin de semana, al volver con su mujer y sus dos hijos pequeños de casa de su madre (que empezaba a enfermar de cáncer), sintió que tocaba fondo. Su hija, a la que llevaba en brazos, también estaba enferma y no podía pagar la medicina. Al llegar, vio el pico de un sobre asomando por el buzón. Aquel sobre le cambió la vida.

Le publicaban Carrie y le ofrecían unas ganancias desorbitadas. A partir de ese momento, se consagró como escritor, dejó sus otros trabajos y, cuando se hizo millonario, se compró la casa encantada de sus sueños, con telarañas incluidas. Aún le quedaba luchar contra sus demonios (el protagonista alcohólico de Misery es su alter ego) y nos cuenta que escribió Tommynockers «con el corazón a 130 pulsaciones por minuto y las ventanas de la nariz tapadas con algodón para cortar la hemorragia debido al consumo de coca».

Terminar Mientras escribo tampoco fue un camino de rosas, con la cadera destrozada por el accidente: «Parecía que no había escrito en toda mi vida, que me habían abandonado todos mis trucos». Pero para nuestra suerte, logró acabarlo, de nuevo con el apoyo de Tabitha. Y ahora, a sus 75 años, nos sigue sorprendiendo con Billy Summers, en el que se aleja de lo sobrenatural y aborda el género criminal.

Actualmente, se está preparando una serie de televisión basada en la novela (su estreno está previsto para fines de 2022) y su nueva novela, Fairy Tale, saldrá en septiembre de este año. Su ejemplo de superación nos ayuda a seguir a pesar de las dificultades y a buscar las maneras para ser feliz. Porque a veces, donde se cierra una puerta, se abre una ventana… Y nunca hay que rendirse.