Celebramos el 42 aniversario de nuestra Constitución (1978-2020), en este tiempo los españoles, de todas las latitudes de nuestra geografía, hemos conseguido una prosperidad y un avance espectacular en nuestra historia conjunta
Nuestro pueblo se aproxima a la discordia en los distintos estamentos sociales. Vivimos con toda certeza, en un deterioro de nuestra coexistencia.
Nuestra Constitución es segura y válida, del mismo modo que lo son las constituciones más antiguas del mundo como la de Estados Unidos, de 1787; la de Noruega, de 1814; la de Bélgica, de 1831; la de Canadá, de 1867 etc… Sin embargo, conforme acontece en las democracias adelantadas, se hacen reformas congruentes apropiadas al contexto común y a las transformaciones que transcurren en la sociedad.
Una ofuscación perjudicial y soberbia de tendencias ideológicas varias quieren desunirnos en España, mientras en la Europa del siglo XXI de la Unión Europea, todos quieren unificar. Ante el debacle político y económico y la imposibilidad de este propósito, algunos representantes del pueblo pretenden con su falacia conseguir una ansiosa relevancia, olvidando que el pueblo lo que desea es pan y libertad. Esta libertad que no podemos relegar, después del esfuerzo conseguido por nuestros padres y abuelos para poder alcanzarla.
En el título preliminar de la Constitución se expresa:
Artículo 6: Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular… Su creación y ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley…
¿Hay respeto a la Constitución y a la ley? Casi todos los días vemos en el Parlamento actuaciones reprobables que poco ejemplo da a la ciudadanía y que a veces atentan contra la ley.
El artículo 2 dice:
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
Señores diputados y senadores: es un gran privilegio, el servicio de ustedes a los demás compatriotas, pero nunca olviden que en la política se entra con vocación de servicio público, y el fin es gobernar para el pueblo y pensando siempre en el pueblo, no en intereses partidistas que solo nos conducen al enfrentamiento y odio entre nosotros.
Nuestra Constitución es segura y válida. Por ese motivo hay que cuidarla.
Es una carta otorgada, que asegura la desunión, garantiza la oligarquía de partidos, la no separación de poderes e impide la representación. Nuestros padres y abuelos no lucharon ni un ápice por ella, solo dejaron que Franco muriera y que sus herederos decidieran por nosotros, nunca existió un verdadero proceso constituyente. Sus reformas se hacen a nuestras espaldas, con agostidad y alevosía, bajo mandato de la no ciudadana Merkel. Sí eres profesor deberías saberlo.
Nuestra Constitución no es una Constitución porque no instituye lo que tiene que instituir: la separación de poderes. El resto del artículo, ya tal…
Me hace suma gracia la inocencia cándida del último párrafo, casi suplicando a los diputados que piensen menos en los intereses de sus partidos y más en el bien común. Los diputados no actúan jamás sino por los intereses de su partido, pues éste les ha puesto allí y les da de comer, y esto es así precisamente por culpa de tu querida falsa Constitución.
Lo suyo es que lo busques en fuentes más serias, pero mira, lo tienes hasta en la Wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Constituci%C3%B3n
«Una Constitución (del latín constitutio, -ōnis) es un texto codificado de carácter jurídico-político, surgido de un poder constituyente, que tiene el propósito de constituir la separación de poderes.»
Nuestra no-Constitución, ni constituye separación de poderes alguna, ni fue redactada por ningún poder constituyente. La redactaron diputados surgidos de elecciones ordinarias, sin derecho a ello, de forma ilegítima, con nocturnidad y alevosía.
Basta ya. Empecemos a llamar a las cosas por su nombre de una vez.