Medio siglo sin ‘Pincho’

En 1974 nos dejó el ‘nieto’ de Greta Garbo. El hijo de España y del escritor más sublime sin interrupción. Afrancesado por la gracia de la revolución exitosa, y por tanto fallida, de su 68 natal. Niño madrileño al que le faltó muy poco para llevarse al dictador con él. Un año puede ser mucho tiempo, pero vivir apenas seis es demasiado poco

Que la vida se escribía en latidos fue algo de lo que se dio cuenta su padre, Francisco Umbral, el día de su nacimiento. Por ello, el día que se marchó, el corazón se le paró, y se puso a escribir sin él. Pero Umbral sabía que un escritor de verdad tenía que escribir sobre todos los temas posibles y no huir de ninguno. El recuerdo de Pincho ponía una alfombra roja a su escritura más sentimental, un verdadero corazón delator y no el de Poe.

En estos 50 años, querido Pincho, han cambiado algunas cosas. Tu padre ha vuelto a hacerte compañía, como bien sabes. Tardó un tiempo en estar preparado para ello. Necesitó convertirse en el mejor escritor español de ese medio siglo anterior a su muerte, pero también valdrían para los 50 años que van desde que te marchaste. En la actualidad nadie ha conseguido hacerlo. Algunos siguen envidiándole su facilidad para hacer belleza de cualquier frase. Lo que no saben es que su genialidad partía de que trabajaba más que nadie. Tu padre picó más piedra que nadie y, por ello, extrajo más oro que cualquier otro. Tu madre siguió fotografiando la realidad de la vida con la imaginación propia de las imágenes que se saben en las mejores manos. España entró en la democracia, la mejor de todas las noticias, pero el pueblo sigue sin pinchar ni cortar nada en el día a día. Llamándote tú Pincho algo tendrías que hacer, pero entiendo que no quieras manchar tus manos juguetonas en esta realidad tan sucia.

Se te llevó la leucemia. Si hubieras nacido en el futuro es muy probable que estuvieras por aquí. Un hombre más de 55 años que intenta entender un mundo inventado por el más desquiciado de los locos. Puede que te dedicaras a escribir, como el señor sublime, y que hubieras heredado el don para poner por escrito la belleza que solo se da en el papel en blanco. Lo que sabemos es que tu muerte no fue un borrón en la literatura de tu padre. Le enseñaste que la luz y la oscuridad podían ocupar el mismo espacio, la misma frase, toda una obra literaria.

Te marchaste antes de poder jugar a ser adulto. Tampoco te has perdido nada importante. Viviste el juego que es la vida cuando eres un niño con los mejores compañeros posibles. Jugar es imaginar que la vida es algo más que lo que ves. Y tuviste la suerte de que tus padres no sabían hacer otra cosa, incluso con los aburridos de los adultos. No paraban de imaginar historias por escrito o en unas imágenes que no se movían, pero que eran puro cine. Arte en movimiento. Te fuiste demasiado pronto, pero a tiempo de jugar a vivir hasta dejar de ser consciente de ello.