La Moncloa desautoriza a Gabi, Gabilondo. Él dice una cosa y el Gobierno la contraria. Es lo que les suele pasar a los versos sueltos, desnudo integral ante los medios de comunicación, en bolas y calzones rojos hasta los tobillos, uno que baja los impuestos y los que mandan que los suben, aumenta el contencioso en grados, parte de la militancia susurra por las redes sociales: “Yo a este tío no lo elegí, yo el programa de este tío no lo voté, este tío salió de un dedazo, y esto no es limpio, igualito que en Cataluña”.
Vuelan los cuchillos, las navajas cachicuernas, los sables y las caricias militares a pelo y a pluma. Incluso Raúl del Pozo lo cuenta en su artículo: “Gabilondo reza cada mañana a la hora de maitines para que La Moncloa deje de ayudar tanto a Isabel, a la que llaman trumpista cañí cuando recorre los barrios obreros con el mismo tirón que pasea por zona nacional”. Los versos sueltos llevan el ritmo, otro ritmo, y huelen mejor.
Toni canta, Toni Cantó y cantará, porque Ayuso, cuentan que por imposición de Casado, le mete ya de consejero de la cosa, de silla fija, de sillón móvil, aunque él diga que lo crucial es hacer campaña, por supuesto, pero tiene techo, tiene suelo, no lo llevará el viento, califica a su jefa de rockstar y tiene coña el asunto, Santa Ayuso para algunos bares, la cosa promete, pero sin Vox no hay viaje.
El progreso rectilíneo o seriado
Los psicólogos, psicoterapeutas y psiquiatras ahora están con el zigzag, antes existía la evolución en línea, el progreso rectilíneo o seriado: estudiabas, te colocabas laboralmente y por la glotis, tenías tus hijos, te jubilabas y a vivir que son dos días; ahora eso no existe, la evolución es zigzag, adelante y atrás, ruptura y empezar de nuevo, hoy pan y mañana hambre, nada fijo, todo líquido a lo Bauman, trabajos que se evaporan, parejas solubles, adelante y atrás, vaya marcha.
Lo que fue durante toda la vida la bohemia, la farándula, la cofradía de la pirueta, sin ingresos fijos y a calzón quitado, se ríen de estos del zigzag, como se rieron del confinamiento, porque un escritor o creador está confinado de por vida, en una habitación eterna a ver si lo que le sale del coco da o no para comprar una chuleta, unos zapatos y la supervivencia mínima. El zigzag de Gabilondo es un pasito palante y otro patrás, casi como el Toni Cantó, Toni canta y cantará, pero en otro baile, en otra liga, porque siempre que pregunto por la jubilación de Iglesias, el pacto secreto con Sánchez, si va a entrar o no en el Consejo de Estado, nadie me dice ni mu. Curioso.
El zigzag, la pirueta, es siempre incertidumbre. Se lo preguntaron una vez a Carlos Barral, por el peaje de ser escritor o poeta, la respuesta no varió con los años ni el whisky: “El peaje es la incertidumbre”. “¿Y cuándo se paga?”, seguía el ansias de turno. “Siempre, se paga siempre”, decía con voz marinera, mucha cresta de ola, mucho tiburón por los pulmones. Enrique Gómez Carrillo definió muy bien la bohemia: “La bohemia, lo mismo que la locura o la pobreza, es inmortal. Los bohemios existen hoy, como existieron ayer y como existirán mañana, y no es más que la juventud pobre dedicada a una profesión artística”.
Esa pirueta, ese zigzag, esa bohemia, es lo que hace del pobre, justamente, el mejor inadaptado, fuera de lo burgués, a la manera de Murger o Baudelaire. El bohemio es decadente –los mejores- por dos razones escuetas: se siente el fin de algo, se siente distinto al resto. Val Dilke tenía una coña sagrada: “El bosque estaría muy silencioso si solo cantasen los pájaros que lo hacen mejor”. El progreso, en línea recta o zigzag, no olvida lo crucial: cuando todo va mal queda lo más importante: el instinto puro de supervivencia, un gigante.
Sánchez convoca a los medios, mientras Gabilondo reza, y seguimos en lo mismo: se presenta por octava vez los fondos que vienen de Europa (Plan de Recuperación) sin precisar llegada, porque Bruselas lo dice fino, sin firma de Reformas, en mayúsculas, nanay del parné. Todo el mundo pregunta por el pellizco, los primeros 70.000 millones, pero nadie lo sabe. Al parecer España espera por 140.000, así a trocitos, de poco en poco, sin olvidar que los primeros 21.000 millones ya están consignados en los Presupuestos de este año como primer tramo de las ayudas.
Abascal le quita los adoquines a Iglesias en el Congreso, los tesoros por el suelo del show vallecano, y ello es un respiro, porque son adoquines también de ida y vuelta, un pasito palante y otro patrás, porque al parecer el sector de Ramón Espinar, que es un profeta, le dice muy clarito y a doble espacio las verdades al sector de los señores marqueses de Galapagar, que esto no era lo hablado y a millón por coleta no puede ser.
Todo se mueve mucho, sí, tienen razón los del taller de cerebros, más zigzag que línea recta, pero no olvidemos lo crucial, todos los ojos están ahora en el vacunómetro y en el pulsómetro de lo que pasará en Madrid el día 4 de mayo, elecciones locales que son generales y nacionales, algo insólito, y elecciones también tomadas como erecciones, por mucha fantasía y vuelo por las nubes altas. La democracia vuelve a ser la primera maravilla: lo que las papeletas canten y a esperar. Los medios no dejan de hacerlo por ese escándalo sobre Ayuso que se anuncia para la última semana de mes. ¿Inmobiliario? Vaya tomate caliente. A ver si me pincho antes para resistir.
Comentarios recientes