Hoy una persona me ha contado que guarda desde hace 11 años las botellas de agua donde apagaba los cigarrillos que se fumaba. Esa persona lleva una década y un año sin disfrutar de este vicio. Todas esas botellas de plástico las guarda en un armario de su casa y me ha invitado para que lo viera
Algunos filtros de los cigarros permanecían pegados como lapas a la pared interior de la botella, en un intento de no caer a la profundidad de esas aguas oscuras. Insectos sin nombre que bailaban en un agua estancada. Los estancos sí que son más cancerígenos que cualquier hábito por nocivo que sea. Los vicios nos definen mucho mejor que estas palabras que escribo, tan sobrias, que tuve que abrir una de esas botellas y beber de ella. Agua poco oxigenada, pero en la que podía respirarse el humo del pasado. Sabor putrefacto cuya cosecha era la del 2008. Ese año se estableció que estábamos en crisis. Mi «amigo» no paraba de fumar, por entonces, plástico que se quemaba en el interior de un armario donde la ventilación encendía el resto del mobiliario de su habitación. Una luz rubia y americana, en cuyo sueño sus labios quisieran seguir besándole y envenenándole. No había trabajo, pero la capacidad pulmonar estaba a pleno rendimiento. Cuando uno se quema por dentro no le tiene miedo al fuego.
Ahora miro esas botellas y, en esos papeles blancos y mojados, podría escribir todas las cosas buenas que nos han pasado a todos desde entonces. Alguna amistad nueva. Otras que dejaron de serlo, y que celebré más que las nuevas, por supuesto. Alguna mujer que se fijó en mí, quitándome el humo de los ojos. Libros, canciones y películas que paliaban la ausencia de los dos grupos anteriores. Los últimos 10 años sólo han servido para perderse en un lugar donde no queremos volver a mirar. Pero solo podemos mirar botellas de agua que contienen colillas apagadas. Abrir el armario y vestirse del recuerdo que no se acaba de marchar.
Belleza robótica y desalmada
Cuando he llegado a mi casa, he tenido la curiosidad de abrir el armario donde guardo mi ropa y olía a tabaco y a madera mojada, un barco que portaba en su bandera una calavera y que sus tripulantes eran Pedro Sánchez con su belleza robótica y desalmada, el máximo defensor de la ley del embudo, Pablo Iglesias, y la libertadora Ayuso, Miss Terrazas de todos los colores, y algunos más, pero que tienen la misma influencia política que un churro. Cerré el armario y me vi desnudo, aunque llevo la ropa que elegí esta mañana con las luces apagadas y el temor cegador al deslumbramiento por los ojos de las persianas del invasivo sol. Vestirse a oscuras siempre será una mejor decisión que mantener piratas.
La estética es un concepto que tiene que ver más con la sensibilidad que con la utilidad. La utilidad dice que necesitamos esta clase política para dirigir nuestros designios, pero la sensibilidad lo niega de manera rotunda. Y esa utilidad es relativa y acaba en que solo ellos se benefician de ella. La sensibilidad va de otra cosa, de no tener que guardar botellas donde los cigarros se ahogan, que nos recuerden esa adicción que nos hace morir al llegar a la orilla de nuestra salvación. No votar hasta que seamos el pueblo los que controlemos a los partidos políticos y solamente ejecuten las órdenes que les damos. Ellos, que se benefician de que una gran parte de la sociedad es servil y les tiene miedo. No podemos seguir votando a los que asesinan nuestras voluntades.
Defiende lo que crees, pero, si como dices, te consideras demócrata, respeta al que no piensa como tú y más si participas en esta pantomima de democracia ejerciendo el voto
Llevamos bebida demasiada agua tóxica, fumando cigarrillos mojados por las lágrimas que nos hacen derramar una clase política que da asco. Votar el 4 de mayo los que vivimos en Madrid es convertir en un fumadero de colillas el aire puro que llega desde la Sierra formada por los dientes cortantes que enseñamos los que aquí vivimos y nos respetamos. Todos tenemos amigos de todas las ideologías y siempre hemos convivido sin grandes problemas. El odio viene por parte de esos partidos que lo inoculan en los más catetos seguidores de cada bando. Defiende lo que crees, pero, si como dices, te consideras demócrata, respeta al que no piensa como tú y más si participas en esta pantomima de democracia ejerciendo el voto. Si votas es que crees en este sistema y, si crees en el sistema, hay que aceptarlo todo de él, no solo lo que te interesa. Y si este sistema acepta que se presenten partidos que a ti te parecen extremistas, es que tú también lo eres o por lo menos lo amparas. Yo, al negar la mayor, no voto y sigo saciando mi sed con agua de nicotina. Mis riñones se convierten en pulmones que filtran un aire líquido, un manantial del que fluye una suciedad de una belleza incomparable.
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