A un servidor tener razón nunca le ha importado demasiado. Lo único que he querido siempre es poder decir lo que pienso sin importarme lo que pudiera parecerle al personal
Ahora que se lleva eso de que si no piensas como yo, te conviertes automáticamente en mi enemigo, a uno lo que le dan ganas e intenta hacer es no posicionarse nunca en ninguno de los muchos bandos que en el mundo hay. Y no lo hago por ir de outsider. Uno nunca es más independiente que cuando no se da cuenta de que lo está siendo. Para mí, una persona que piensa de manera distinta a como lo hago yo y lo expresa de una manera coherente, con un estilo preciso, estético y que lo explica de un modo que no quiere imponer su punto de vista, tendrá siempre mi apoyo para que lo siga haciendo.
En este mundo, donde si defiendes una postura de derechas ya eres facha, o una de izquierdas y ya eres rojo, lo mejor es pertenecer siempre a la soledad del yo. Hubo un día en que, en una conversación con amigos y amigas, critiqué lo que había dicho una mujer influencer que ejerce el feminismo como profesión, como si de una francotiradora se tratase. Critiqué su agresividad y argumenté por qué pensaba que sus argumentos estaban vacíos y mezclaba churras con merinas. Varias personas de la mesa me colocaron directamente en el bando de los machistas e imaginaron el partido al que votaba, que es el que vox estáis pensando. Lo que más me sorprendió es que eran amigos de hace muchos años y sabían perfectamente que me estaban atacando con algo que conocían que no era así, como demostraba mi pasado con todos ellos. Uno supone que, si hubiera sido así, no hubiera llegado a producirse este encuentro donde me diagnosticaron todas estas enfermedades y hace tiempo que cada uno caminaría por su lado.
Gente de piel fina y delicada
Hay mucha gente cuya piel cada vez es más fina y delicada. Y que quede claro que estoy hablando de conflictos que se basan en matices y no en grandes temas. Está claro que defender el racismo, el clasismo, el machismo, la homofobia y otros temas de calado no tiene justificación ninguna. Mi acracia se consolida en ver cómo los distintos bandos se tiran los trastos a la cabeza, buscando cualquier cosa por pequeña que sea para atacar al otro y justificar su supuesta superioridad moral. No podéis ser más estúpidos.
Hace poco, un escritor desasosegante al que sigo admirando por esta condición, como no podía ser de otra manera, hizo una broma con la muerte de Dragó. Comentó en sus redes sociales que lo bueno de aquel día es que no había muerto ningún escritor importante. Un servidor comparte la crítica literaria, cosa que en sí no dice nada, como es lógico, pues lo divertido que era verle hablar en televisión se tornaba en sopor cuando lo hacía por escrito. Está claro que era un provocador y que decía cosas que eran directamente delictivas, pero también Neruda hizo y dijo cosas lamentables y no le pareció que fueran criticables. Lo importante no es lo que se hace, sino quién lo lleva a cabo. Ese mismo escritor me justificó que Stalin fue menos dictador y asesino que Hitler, porque el ideario que tenía detrás era maquiavélicamente bueno. El fin justificaba los medios. No hay poeta más fingidor que el que escribe sobre él mismo.
El cantante y compositor Iván Ferreiro ha sido noticia hace muy poco por unas declaraciones donde criticaba al tenista Rafa Nadal. Le acusaba de no ser ese referente que para la mayoría de la sociedad española sí que representa. Ferreiro acusaba a Nadal de las consecuencias de la llamada cultura del esfuerzo, de trabajar hasta las últimas consecuencias porque esto te dará unos réditos. Dijo que había costado mucho conseguir derechos laborales que amparasen y protegiesen dejar de trabajar cuando este tuviera cualquier problema de salud y que señalar que Nadal jugase partidos con un pie prácticamente roto no es algo que hubiera que destacar.
El cantante piensa que es algo que puede elegir desde el privilegio de su situación y que no debe ser algo a convalidar con la clase trabajadora. De Rafa Nadal hace un tiempo que se dice en las redes sociales que se le ha colocado en un espectro ideológico que va del centro a la derecha. Cosa imperdonable para los que no soportan esa opción, aunque él no haya manifestado nunca sus ideas políticas ni haya dicho a nadie cómo deben actuar en sus trabajos ni en los demás ámbitos de la vida.
Uno entiende a los dos, aunque creo que lo que dice Iván Ferreiro no se puede extrapolar ni comparar con lo que hacemos la mayoría de los mortales. No se pueden comparar las ganas, la motivación por superarse personalmente de un deportista de élite en una competición en la que, si se retira, no la podrá ganar, con las de un trabajador que sufre una baja por enfermedad en un trabajo que casi seguro que no le motive y además le dé para mal comer. Son casos bien distintos, donde la mezcla no funciona. Claro que habla bien de Nadal querer jugar un partido con un pie destrozado cuando no tiene necesidad económica ni tampoco profesional, pues ya lo ha demostrado todo. Lo hace por querer superarse, una cuestión de amor propio y de la que sólo pretende aprender él mismo.
Después de la polémica, yo sigo pensando que Rafa Nadal es el mejor deportista español de todos los tiempos y sigo deseando que gane todos los torneos que pueda. Y también sigo pensando que Iván Ferreiro es uno de los mejores artistas que tenemos en este país. A mí no me ciega el odio de los que estáis en vuestras trincheras. Sois unos mastuerzos, que según el diccionario significa una persona necia y zafia.
Lo mismo pasa con el personal que odia el cine español porque se considera mayoritariamente un gremio de izquierdas. Gente que no lo ve por esa razón, pero que lo critica, que habla de subvenciones y de su bajo nivel, y luego no habla de los privilegios de los políticos de su cuerda por dedicarse a la cosa pública, pero sí que lo hacen con los de las bancadas de enfrente, cuando todos, como es lógico, tienen los mismos.
No hay nada que te haga más ciego que sólo ver lo que te interesa. Se está perdiendo una de las máximas representaciones de nuestra cultura, de nuestro arte, de nuestras costumbres al no querer ver las películas que nos cuentan cómo somos. Evidentemente las hay malas, pero también muchas buenas, que son un orgullo donde sentirnos representados.
Me encanta veros pelear. Vuestro patetismo me enseña como ninguna otra cosa lo que no quiero ser. No quiero que el odio no me deje ver las cosas buenas que tienen los demás. No quiero que me comprendáis, sólo que tengáis que aguantar, de la manera más civilizada que podáis, todo esto que acabo de escribir. La indigestión se os pasará tarde o temprano.
Me gusta mucho tu artículo porque me veo reflejada, no me van los extremismos. A mi no me gusta el cine español y no soy ni de derechas ni de izquierdas, simplemente no me gusta en general: sexo explícito, feísmo y guerra civil… salvo algunas pocas excepciones, pero aún no he logrado ver ningún peliculón