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El denunciante de corrupción Javier Perejón.

Política

Javier Perejón: «Los corruptos no tienen ningún respeto por la vida»

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EL LIBRE entrevista al mayor martillo pilón anticorrupción que ha conocido el área de Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía

La historia de los denunciantes de corrupción en España suele ser de un vía crucis, porque se topan con la partidocracia, es decir, las relaciones de intereses creados entre el poder legislativo, el ejecutivo y el legislativo. El sevillano Javier Perejón conoce esa dignidad que duele, esos principios inalterables que llevan a una persona a denunciar una injusticia, aunque tenga que pelearse con gigantes institucionales que hacen funcionar los molinos de viento para esparcir la bazofia hasta crear un rompecabezas ininteligible que cansa a las mentes más preclaras. Pero Perejón es ingeniero y su verdad se basa en los documentos, en los datos que lleva recabando desde hace más de 10 años.

A su mujer le costaba tener hijos. Cualquier producto químico, como los que se usan en la limpieza, le inducía a problemas para fecundar y conllevaba riesgos para el feto. Y con esos mismos productos se topó el día que comenzó su lucha como denunciante de corrupción en la Junta de Andalucía.

Este veterano empleado de la Empresa Pública de Deporte y Turismo de Andalucía acababa de ser designado en 2010 supervisor de las instalaciones deportivas de la Junta. Haciendo su primera inspección en la instalación deportiva más grande de la Junta, La Garza de Linares, observó que se encontraba fuera del casco urbano y preguntó cómo se llevaba a cabo el suministro de agua y, en especial, el de consumo humano. Perejón solicitó las autorizaciones correspondientes y le indicaron que el sistema no estaba en regla: se estaba dando agua posiblemente no potable, y con algunos elementos químicos en niveles que se acercaban a lo ilegal, además con el desconocimiento tanto por parte de trabajadores, de usuarios y empresas que allí trabajaban.

«Fue el comienzo de todo, el clic de pensar en lo que vivía mi mujer y verlo en miles de madres y niños que iban a la instalación… No me podía permitir consentir semejante barbaridad. Así que empecé a hacer gestiones y a redactar informes procurando no poner en peligro puestos de trabajo de gente que no tenía nada que ver… Pero había que cerrar el grifo de esa instalación hasta que no se regularizara», recuerda Perejón.

El descubrimiento de Perejón y sus gestiones tardarían en salir a luz. Tres años, en concreto, hasta que el ABC de Sevilla publicó un informe del director de la instalación cediendo a las denuncias de los técnicos y reconociendo que La Garza había operado durante 13 años de una forma que no garantizaba que el agua fuera potable.

A partir de ahí, empezó a sufrir acoso por parte de las altas esferas de la Consejería de Turismo y Deporte hasta que la cosa se pudo fea. Se fueron cabreando más y más hasta que encontraron un motivo para echarle. «Una de mis peticiones de información (hasta 200 peticiones realizó a través del Portal de Transparencia) versaba sobre posibles malas relaciones entre un jefe y varios trabajadores a su cargo, y el gerente de la empresa, Manuel Muñoz (actual secretario de Turismo de la Junta), entendió que yo, al pedir información a Transparencia, le estaba ofendiendo públicamente. Me abrieron un expediente de despido por mal comportamiento con mis compañeros. Mi abogada respondió con 40 folios en mi defensa, pero dio igual. En 2017, estaba en la calle».

Fueron dos años, largos y casi interminables… pero en diciembre de 2018, un juez concluyó que no había habido más razón para su despido que «su continua petición de información y denuncias»: anulaba el cese y le devolvía a la lucha. En esta entrevista con EL LIBRE, Javier Perejón analiza todo lo ocurrido y abre su corazón al lector como nunca antes lo ha hecho.

-¿Ha merecido la pena todo el esfuerzo, todo el sacrificio y toda esa factura (tratamiento psiquiátrico, dolores de espalda, ninguneo de algunos compañeros…) inherente a la lucha contra la corrupción de la Junta?

-Lo que pasa es que la reacción que tú tienes en ese momento no es pensando en si te puede afectar o no. Yo me vi obligado a tomar la decisión de permitir o no que la empresa pública en la que yo trabajaba siguiera dando de beber agua sin potabilizar a miles de personas. Jamás pensé que eso sería el inicio de 10 años de pesadilla. Además, el problema que tenemos los denunciantes es que, a veces, nuestra mejor amistad es la soledad. Nos vemos absolutamente solos. ¿Me ha merecido la pena haberme negado a la inmoralidad? Por supuesto que no, porque me he perdido muchas cosas. Si me hubiera callado y hubiera dejado que las cosas hubieran sucedido como hubieran sucedido, habría tenido una vida mucho más feliz. Porque ni siquiera las personas que han sido beneficiadas han sido informadas de que yo me opuse a que se les diera de beber agua sin potabilizar. Las administraciones públicas, en lugar de felicitarme por poner en conocimiento un hecho que no debe de ser, han hecho todo lo contrario: buscar 1.000 formas para callarme la boca.

-¿Incluso los partidos de la oposición y los medios?

-Sí. Hubo un momento en el que el PP no quiso saber más nada de mí. Y los medios se retractaron completamente. Por ejemplo, ABC sacó varias noticias sobre el suministro de agua no potable a miles de personas por parte de la Junta de Andalucía y, hace un año, desaparecieron de internet. Fue un hecho intencionado por política. Pero en la hemeroteca virtual siguen apareciendo en PDF.

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-¿Cómo le ha afectado en el ámbito familiar?

-Tengo un hijo que nos costó mucho trabajo concebir. Nació a los cinco meses de gestación (faltó nada para que no hubiera nacido) porque la madre rompió la bolsa en la casa, la ingresaron y el niño se quedó sin oxígeno, por lo que tiene una parálisis en las piernas. Y todo esto coincide con mi película. Para mí fue un auténtico drama el poder tirar de la situación del niño, tan pequeñito (estuvo en la UCI tres meses) y compaginarlo con la denuncia de la corrupción. Yo me vi metido en la situación. Te puede pasar mañana a ti. Tú cuentas tu película y te puedes ver metido en un problema. Te ves envuelto en una situación de la que no sabes cómo salir.

-¿La inmoralidad es el caldo de cultivo de la corrupción?

-Totalmente. La principal razón es porque no existe nivel moral. La moralidad es un concepto que hace referencia a la existencia o al respeto de la vida, que es lo máximo que tiene uno. Y esta gente, los corruptos, no tienen ningún respeto por la vida. No es que yo sea denunciante, es que son cosas que van en contra de mis sentimientos. Una de las bases de la corrupción es la baja moralidad de todas estas personas que se hacen llamar políticos, pero que desconocen qué es la política. Cuando se ven en un puesto de trabajo con poder y mueven el dinero, se vuelven locos y empiezan a repartir, a dar, a regalar y a aprovecharse.

-Por lo tanto y según sus postulados, aunque cambie el sistema y se pueda instaurar un sistema político de democracia real, ¿seguiría habiendo corrupción?

-En mi opinión, si nosotros cambiáramos el sistema político de España e hiciéramos realmente una democracia, al final terminaría todo igual que está hoy, porque la gente no tiene preparación. El problema de nuestra sociedad actual es que considera a los partidos políticos como si fueran equipos de fútbol: yo soy de izquierda o de derecha independientemente de quién sea el que me representa y cómo lo haga. Mi familia es de izquierda y yo voto izquierda. Uno tiene que ser de aquello que está bien hecho, me da igual que sea de un color u otro. Pero el nivel cultural actual es tan bajo que no permite que pueda haber un cambio a corto o medio plazo del sistema político, porque, para eso, tiene que haber un nivel superior de la sociedad, como pasa en los países escandinavos, donde los representantes políticos son mucho más humildes y sencillos.

-¿Se están aprovechando los políticos del bajo nivel cultural general para manipular a los ciudadanos?

-Totalmente. Desde la Constitución (1978) hasta el día de hoy, el nivel cultural de la gente ha ido disminuyendo progresivamente. Una sociedad de bajo nivel cultural le interesa siempre al poder, porque es la forma más fácil de manejarla. Por eso, las grandes familias ricas del mundo lo que promueven es la izquierda, que es un estilo de política que promociona la pobreza. Y la derecha, la riqueza. Rockefeller, Soros, Bezos, Gates y compañía promocionan la izquierda, porque su mensaje es muy interesante para los pobres, por ejemplo, la redistribución de la riqueza. El Banco Santander promociona a la izquierda, porque es una ideología con la que se puede manipular mejor a la gente. Con el primero que se reúne Pedro Sánchez cuando llega al poder es con George Soros. La empresa más poderosa actualmente en el mundo es BlackRock y se dedica a la gestión de inversiones.


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