Hasta las narices

Como ciudadano, no quiero que me engañen más. El que se postula para mandar mediante las urnas debe tener una sola virtud: ser éticamente irreprochable independientemente de su ideología

Son ya demasiados ejemplos de gobernantes que no dan la talla en el plano ético: se le hizo una moción de censura a Rajoy porque se aferró al sillón tras los papeles de Bárcenas. Y ahora, el adalid de la regeneración democrática, Pedro Sánchez Castejón (promotor de aquella moción de censura precisamente) quiere hacer creer a la gente que él no sabía nada, que le han vuelto a engañar. Dos secretarios de Organización corruptos se han burlado de él… Sánchez, el ingenuo. Sánchez, el ignorante. Nadie se cree ya nada de lo que suelta por su boca. O conocía la mafia que tenía alrededor o, si no la conocía, debe dimitir por incompetente.

Lo peor que le puede pasar a un líder político es perder su credibilidad. Y Sánchez lleva demasiado tiempo haciendo arte de birlibirloque para permanecer en la Moncloa.

Como ciudadano, no puedo más. Espero y deseo que, en las próximas elecciones (ojalá se adelanten a la voz de ya), haya una abstención masiva para que pueda abrirse un periodo de libertad constituyente y los españoles podamos elegir un sistema realmente democrático que devuelva el poder al pueblo. El Estado de partidos ya no vale. El Estado de partidos ha exprimido el limón hasta que se ha podrido.

Como ciudadano, necesito un sistema de gobierno que permita controles verdaderamente férreos sobre los gestores públicos para que esto no vuelva a pasar; para que la corrupción no sea cíclica; para que los estómagos agradecidos se mueran de hambre; para cambiar el clientelismo y el amiguismo por equidad y justicia social.

Los españoles nos merecemos que nos digan la verdad. Pedir perdón vale para un hecho coyuntural, accidental y realizado sin malicia. Cuando has retorcido la Constitución (aunque imperfecta y mejorable, es lo único que tenemos por ahora para organizarnos) durante años, te tienes que ir. Nunca había pasado que barones de enorme peso de un partido político se vuelvan en contra de su propio líder. González, Guerra, Page, Lambán y Madina lo han dicho por activa y por pasiva, pero el sectarismo del PSOE y del resto de partidos, protegidos por la Constitución con la no separación de poderes, permite el agarre con Loctite al sillón de mandar.

Esto es un punto de no retorno después de tantos casos, de tantas ilegalidades, de tantas condenas, de tantos pedros navaja paseando con el gabán y sacando la mano para sobornar, robar, maquinar, prevaricar, extorsionar y chantajear.

Basta ya, os lo suplico. ¿No os basta con los grandes sueldos y las generosas dietas que cobráis? ¿Cuántos han mirado para otro lado cuando Koldo, Ábalos y Cerdán han desarrollado su plan maestro? No me olvido de los empresarios, corruptores necesarios en esta trama, como el CEO de Acciona.

Me dais asco. Me entran ganas de irme a vivir a Finlandia y no volver nunca más a este puñetero país de ratas, vividores, mediocres, especuladores y amigos de lo ajeno.

Estamos hasta las narices (por no decir otra cosa) y necesitamos medidas drásticas ya.

José Albar (Huelva)