Toco mis manos y están calientes. Es extraño. Uno suele sentir el frío en su piel con la naturalidad del que se sabe un muñeco de nieve criogenizado
Hay quien fantasea con despertar de una larga siesta y quien lo hace con guantes de fuego. Soy el Walt Disney que sueña con que el sol acaricie sus manos. Si el astro rey se acercase a él, seguro que se seguía haciendo el dormido, pues sabría que no había llegado su momento. Y es que, de momento, este mundo sigue sin ser un buen lugar donde resucitar. Volver a la vida es algo que ya hacen sus personajes por él cuando los niños ven sus películas. La Fantasía es un género que se inventó para que no lo hiciera un ratón vestido de mago.
Ahora que noviembre acaba, no está mal que el braserillo de mis dedos deje cenizas no solo sobre el teclado, sino sobre la página en blanco a medio manchar. Que la grisura del cielo haga juego con el color de la pantalla. Cuando el reflejo coincide es que todo lo demás carece de realidad. Hay conexiones cromáticas que hacen de lo climatológico algo sobre lo que escribir. Lo demás no importa y, por supuesto, no tiene color. Cuando no hay donde mirar, el silencio es quien imagina la música del instante.
Mientras escribo puedo mirar al cajón donde guardo los guantes para que mis manos suden el futuro indeseado. Stephen King siempre está presente para enseñarte a quemar la página. Si yo tuviera que dar algún consejo a alguien que esté empezando a escribir es que pasara todo el frío que pudiese. Que metiese las manos en la nieve que cubre su alma. Que congelase el tiempo cuando se pone a escribir y solo parara cuando Walt Disney aparezca en su habitación. O cuando se sea consciente de la existencia de sus dedos. La sensibilidad digital es algo donde las mujeres y los que quieren escribir parten con ventaja por pura supervivencia.
Que la mayoría de las veces mis manos estén frías me hace sentir la caricia de un cadáver de una manera demasiado cercana. Sería con la muerte con la que agarro los objetos y acaricio extremidades, siempre más vivos que ella, pero menos que las manos siempre apocalípticas de las mujeres generosas en prestármelas. Solo hay vida donde se puede perder. Los anillos de ellas siempre se disuelven en el único calor volcánico que no es necesario escribir. La joyería de nuestros dedos entrelazados no necesita de altos hornos donde fundirse.
A un servidor sí que se le escapa la vida entre los dedos. En el suicidio de no escribir ni acariciar, mis manos abren la ventana y airean mis dedos para que el viento helador les congele mi otro corazón, que solo tienen ellas. En el corazón de mis manos siempre he puesto todas mis esperanzas. Por eso la expresión escribir con el corazón en la mano, en mi caso, son una obviedad y una redundancia fácilmente evitables. Si no lo he hecho es porque, cuando es la muerte quien gobierna mis dedos, es imposible llevarle la contraria. La única realidad es la que va a morir. Convivir con la muerte en las manos como otros miraban a sus talones para que no les atropellara un avión. Yo lo que quiero que me lleve por delante son las yemas suaves de una mujer soleada cuando el frío parezca que se queda para siempre. Un deshielo manual para Manuel.
La página se va llenando sobre un fondo plomizo como el cielo exterior. El interior permanece blanco, como el de las paredes que sostienen este documento de Word. En los márgenes es donde los dedos encuentran los resquicios más interesantes. Las paredes de la habitación se estrechan y el vaho de unos labios pintados peina mi nuca de una electricidad acuática, chispeante. Vuelvo a mirar al cajón donde guardo los guantes y parece que está un poco abierto. El frío polar vuelve a mis manos y provoca un espejismo que deja desierto mi razonamiento. Vuelvo a mirar y el cajón está cerrado. Lo abro y no hay nada. Jamás me compraría unos guantes. Me gusta seguir sintiéndome vivo y muerto a partes iguales. Que las manos sigan sintiendo por mí. Su sensibilidad es la única que no me ha fallado nunca.
Mi más sincera enhorabuena Manuel, tiene una grandísima sensibilidad y un estilo poético maravilloso. Es un gran escritor. Saludos cordiales y a seguir deleitándonos.
Solo hay ojos que se abren
entre el azul y el negro
Lenguas de fuego
salen del cuerpo
Reina la nieve
te lleva dentro
José Ramón es un placer leer esos adjetivos tan afectuosos a lo que escribo, se lo agradezco mucho y me ayuda a pensar que a veces las palabras no se las lleva el viento, sino que tienen la compañía de gente tan amable y cercana como usted. Un saludo afectuoso.
Gracias, querida Lucía, por tu poesía de los sentidos, tan a la vista de la belleza, con el tacto puesto a una temperatura agradable, donde todo hiela y da calor. El sabor viene al final y mi estómago baila.
Sí, Fournier dijo:《las pasiones son matemáticas animadas》
La analogía de los cuatro movimientos :
material, orgánico, animal y social.
Gracias Manuel, por este espacio que
abres e invita a contemplar el hueco del
vacío en tu materia plena.