Los cambios que estremecieron la Europa del siglo XX entre las dos guerras mundiales nos puede servir de analogía y hacernos meditar en los momentos actuales
Stefan Zweig (1881-1942) fue testigo de esos tiempos. Lo plasma de forma impecable en su libro El mundo de ayer, insisto este libro es ejemplo para entender las aberraciones de un siglo demoledor. Hace unos días oía las declaraciones de un gran artista haciendo una tremenda reflexión: «El hombre no aprende fácilmente, ni se arrepiente de lo que hace».
Ante el debilitamiento de nuestra sociedad, de nuestras firmes convicciones después de las desastrosas guerras mundiales pasadas, de un decaimiento por el refinamiento y el progreso cultural de todos los ciudadanos, llego a la conclusión de que la cita de este señor es real, aunque verdaderamente sea terrible.
Las manipulaciones, corrupciones en todos los poderes, el ansia de dominio, el no respeto a las normas democráticas que se pactaron después de la Segunda Guerra Mundial por los líderes internacionales… no se llegan a cumplir de forma generalizada.
¿Cuándo se acabará la hipocresía en nuestro mundo?
Al recordar el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas me pregunto:¿Para qué se creó esta institución? La pena, la vergüenza y el dolor que siento al analizar cada uno de estos párrafos que reproduzco, merecedores de agasajo y cordura, si realmente se ejercieran:
«Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos, hemos decidido aunar nuestros esfuerzos para realizar estos designios».
Amnesia
Señores gobernantes: ¿Cómo es posible que olvidemos tan pronto la historia? Pónganse de acuerdo en cuestiones críticas para el mundo. Aprovechen las circunstancias que estamos viviendo, al tener más percepción de la equidad, la libertad y la protección a los más vulnerables, a los pobres.
Eviten la confrontación y manténganse firmes en las convicciones democráticas. Reformen rápidamente el caos mundial que nos asola. Sean modelo para todos mejorando las relaciones de aprecio entre todos los países del planeta.
Al autor del artículo, con mis respetos:
Pregunta usted que…
¿Cuándo se acabará la hipocresía en nuestro mundo?
Lea muy detenidamente, y las veces que sean necesarias, el prémbulo que incluye en su artículo. La solución a tal enigma acabará por aparecer, solo una advertencia, utilice gafas de sol homologadas, sin ellas, el fogonazo de la respuesta a su pregunta podría ocasionarle modificaciones permanentes en su comprensión lectora, a partir de entonces, los jeroglificos egipcios no tendrían secretos para usted.
Con afecto y algo de sana ironía, un lector ocasional de Ellibre.
Joaquín
Joaquin, gracias por su comentario y sana ironía.Ya utilizo gafas homologadas.