Comenzó en la península del suroeste de Europa, habitada por algunas tribus primitivas que vivían a sus anchas repartidas por su extensa geografía, en el Paleolítico Inferior, el cual duró entre los años 600.000 y 125.000 a. C. -con una forma de vida semejante a habitantes del resto del occidente europeo-, en pequeños grupos que, ante un peligro común, se unían; lo cual se fue haciendo más frecuente, según circunstancias
Mas nos referiremos, como primeros pobladores de España, a grupúsculos o tribus de epigravetienses que consideraremos como base de la población de nuestro país, así como de buena parte de Europa. Con ello nos estamos refiriendo al período Solutrense, en el centro del Paleolítico Superior, entre 18.000 y 15.000 a. C.
Al discurrir de los siglos, la Península había ido recibiendo a nuevas gentes: iberos, tartesios, celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, godos y árabes. Cada nuevo pueblo que llegaba, lo hacía con el aporte de su cultura, sus costumbres y creencias; pero a su vez, absorbía rasgos culturales de los anteriores. Se fue amalgamando ese enorme caudal que acabaría conformando lo que llegó a ser el substrato de lo que hoy es el pueblo español, con peculiaridades zonales o regionales, dadas por características propias.
España ha sido un país, una nación y un Estado antes de que lo fueran otros países europeos ahora considerados importantes. La grandeza de un país se debe a la unión y orgullo de sus hijos por pertenecer a él.
La Historia de España es para que nos sintamos muy orgullosos
Para entender su grandeza basta conocer sus distintas épocas históricas, sin compararlas o bien comparándolas con otros países.
En el Musteriense (125.000 a 40.000 a. C,), en España ya se registran restos humanos: la mandíbula de Bañolas y el cráneo femenino de Gibraltar. Son ejemplares del denominado hombre de Neanderthal, con capacidad craneal de 1.500 cm3, y con suficiente fortaleza física para poder vivir durante la glaciación Würm. Se han hallado restos de sus actividades en el manejo de piedra y hueso, así como pinturas rupestres, en la última etapa de la glaciación, entre 40.000 y 9.000 a. C.
Más tarde, se catalogan hasta 100 formas distintas de sus instrumentos de piedra, hueso e incluso madera. Hay hallazgos en las cuevas cantábricas del Castillo y del Cueto de la Mina. Ahora, el tipo humano ya es Cro-Magnon, homo sapiens sapiens. Ha alcanzado cierto perfeccionamiento en la construcción de armas y enseres. Va consiguiendo formas de organización. Habita de manera transitoria en cuevas
Una época más importante de esta cultura se halla después del 13.500 a. C., en el Magdaleniense, y se da en el norte, desde Galicia a Cataluña, extendiéndose a comarcas del levante; destacan las pinturas de la Cueva de Altamira.
Posteriormente, supuso un progreso el hecho de ser capaces de cultivar, de aprovechar animales, de repartirse ciertas tareas, de construir chozas y construcciones con piedras -en vez de solo aprovechar las cuevas-, poco antes del año 3.000 a. C. Se han hallado restos que corresponden a pequeñas ciudades amuralladas en el sudeste de la Península, en zona que se denominó Los Millares, en Almazaraque y Tabernas (en Andalucía) y que se extiende hacia el norte de la costa mediterránea de Cataluña.
En el III milenio, lentamente el metal se va convirtiendo en el material para la construcción de instrumentos de uso, y para las armas. Es difícil saber de dónde les llega este conocimiento. Al grupo franco-cantábrico y a los que aportan el vaso campaniforme, se une otro algo después, el dado en Alicante, Murcia y Almería. A esta cultura se llama argárica, denominada así dado que El Argar es su principal yacimiento (segundo milenio a. C.). A los pobladores de esta zona se les reconoce como el modelo antropológico que se comenzó a llamar «raza mediterránea».
Nuestra Península fue denominada por los griegos –a su arribada y establecimiento en la colonia Emporion (Ampurias) – Iberia. Luego fue conocida como Hispania (nombre latino) por los romanos; de ahí procede el nombre España.
En este 2º milenio se va dando como característica de división de la Península en dos zonas: una, abarcando la mitad Norte, el valle del Ebro y algo del Levante; otra es toda Andalucía y la costa mediterránea, en donde se fueron instalando, poco antes del año 1.000 a. C, factorías o colonias fenicias. Es curioso que esta división peninsular es la que establecerá (o respetará) el establecimiento romano en ella.
En la parte NO (Galicia) se ha asentado el grupo racial europeo celta, en donde dan origen a la cultura de los castros.
No está muy claro, … en cuanto a situación y fechas, pero existen fuentes históricas que sitúan un reino o imperio de Tartessos, rico en materias primas (estaño, plata, cobre, aceite, trigo…) que se situaba en las cercanías de los ríos Tinto y Odiel, en Huelva, y se extendía por gran parte de Andalucía. Atraídos por la abundancia de sus recursos económicos, crecieron las navegaciones de fenicios y griegos para su actividad comercial. Se dirigieron hacia esa zona los griegos desde sus asentamientos en Bretaña y Normandía (Francia) y Campania (Italia). Los fenicios, por el norte de África hasta atravesar el Estrecho de Gibraltar, encontrando ese rico territorio, que era el reino al que los griegos llamaron Tartessos.
Tartessos hizo a España dar sus primeros pasos en la Historia, pues de ese imperio ya se poseen testimonios escritos. Herodoto relata el viaje de un marino de Samos, llamado Kalaios, que llegó a la ciudad hacia el año 630 a. C. Tartessos era a la vez nombre de la ciudad y de un río. Para el mantenimiento de esa ruta comercial fenicia, es por lo que se alude en el Libro I de los Reyes a las «naves de Tarsis«, en tiempos de Josafat. El yacimiento arqueológico El Carambolo, -en la provincia de Sevilla- puede ayudar a aportar datos.
La unidad geográfica de España fue una idea impensable antes de la administración imperial romana. Surge cuando la diversidad de pueblos y culturas de la Península es llevada a la unidad por necesidad de la administración de Roma. Pero fue un proceso muy largo.
Normalmente se admite como fecha posible de la fundación por los fenicios de Gadir (Cádiz) el siglo VIII a. de C., aunque se conoce que las navegaciones fenicias a la Península habían comenzado antes del año 1.000 a. C. Su actividad principal era el comercio; de nuestro territorio se llevaban, sobre todo, estaño, oro, plata, sal, esclavos, que canjeaban por telas, joyas, adornos y cerámica.
Entre las leyendas míticas de la Hélade, se da la noticia de navegaciones antiguas al occidente del Mediterráneo, y se atribuye la fundación de Rhode (Rosas); por colonizadores rodios, antes de la primera Olimpíada (776 a. C.).
Seguramente antes, los griegos habían tenido factorías en puntos de la costa mediterránea para intercambio comercial de productos, cerca del cabo de Palos, pero la presión de Cartago les obligó a establecerse más al norte, en la actual Ampuries, costa de Gerona. Intensificaron la agricultura en las zonas de las colonias y enseñaron a los indígenas a cultivar el olivo y la viña; vendían los excedentes en Sicilia y en las colonias cartaginesas.
También crearon una economía monetaria, ya que en la costa levantina instalaron sus factorías, adosándolas a veces a poblaciones ibéricas. Ejemplo conocido es Sagunto.
Desaparecido el reino de Tartessos, su antiguo territorio quedó ocupado por los turdetanos: todo el valle del Guadalquivir y, seguramente, también por los del Almanzora y Segura. Los caudillos turdetanos pagaban tributos a Cartago.
Desde el Segura hasta el Ródano, por toda la costa mediterránea se encontraban los iberos. Fuentes romanas mencionan seis grandes grupos o tribus ibéricas: constetanos, en Alicante y Murcia; edetanos, en Valencia y sur del Ebro; ilergetes, que dan nombre a Lérida; iacetanos, en el valle de los Pirineos, dan nombre a Jaca; corsetanos, en Cesse, muy cerca de Tarragona; y laietanos, en Cataluña.
En la Meseta y gran parte del norte de la Península, la tradición sitúa pueblos celtas no sometidos al dominio cartaginés en la parte más meridional: vetones y carpetanos. En la zona intermedia se encuentran los lusitanos, vacceos y celtíberos; más al norte, los galaicos, astures, cántabros y vascones. Se hallaba Celtiberia entre el Ebro, el Arlanza y la Cordillera Ibérica. Los arávacos, lusones y pelendones son los verdaderos celtíberos.
Fuentes literarias latinas tendían a presentar a la Península con casi el mismo modelo de organización social y política. Parece que esta idea sea demasiado simplista. Verdaderamente se sabe que no había unidad lingüística entre la diversidad de pueblos y que las estructuras de su sociedad fueron muy variadas.
El Imperio Cartaginés en la Península, hasta avanzado el siglo III a. C., se dedicó al aprovechamiento de los recursos económicos sin cambiar las condiciones fijadas en un tratado con Roma en el año 348. Senadores romanos vinieron para quejarse del incumplimiento del tratado.
El Imperio Cartaginés en España se extendía por dos grandes zonas: Turdetania e Iberia, las dos que los romanos denominaron Ulterior y Citerior.
Por el aprovechamiento de las riquezas naturales de la Península (minería y agricultura, sobre todo) cuanto por el ánimo de expansión y liderazgo en territorios y mares, tanto Cartago como Roma -que habían llegado a nuestro suelo- fue muy natural que chocaran, lo que produjo que hicieran padecer a nuestros antepasados los desastrosos inconvenientes de las tremendas luchas en las que acabaron inmersos. Las dos potencias se enfrentaron, durante bastante tiempo, en las denominadas Guerras Púnicas.
Tras varias batallas con victorias y derrotas entre Cartago y Roma, en el año 210, el general Publio Cornelio Escipión, en una rápida campaña, se apoderó de Cartago Nova, habiendo vencido a Asdrúbal Barca. Los cartagineses, en 207 ó 206 a. C., tras evacuar Gadir, abandonaron la Península a los romanos.
Hacia el año 476, con la desaparición de Rómulo, último emperador del Occidente, quedó desmembrado el Imperio Romano, reducido solo a las provincias orientales. De ese paso, nace el primer Estado español, que fue la monarquía visigoda.
Hasta aquí se ha presentado una visión panorámica -pero reducida- de lejanas épocas históricas. En fecha próxima se comenzará con la romanización de la Península.
¿Por qué Girona y no Gerona? ¿Ahora se dice Bordeaux en vez de Burdeos? ¿Strasbourg en vez de Estrasburgo? Por lo demás muy interesante.
Un artículo del Europa Sur titulado «En la piel de los ancestros» (01/02/2009) menciona un estudio realizado por la Universidad de Leicester (Gran Bretaña) sobre el ADN poblacional de la Península Ibérica. Este estudio revela que el 10,6% de los españoles tienen ascendencia norteafricana (Bereber), un 19,8% viene de antepasados sefardíes, y el resto del ADN ibero.
Según este estudio: los vascos 100% iberos y catalanes 90%; el noreste de Castilla 21% y 20% Galicia norteafricanos, el porcentaje más alto de la península; los asturianos el 45% sefardíes, el más alto de la península; Andalucía occidental 60% iberos, 23% sefardíes y 17% norteafricano; Andalucía oriental 80% iberos, 18% sefardíes y 2% norteafricanos.
El artículo es muy interesante.
Un saludo.