Ayer domingo murió Antonio Gala y la gente fue a votar. La poesía murió por partida doble. El bastón de don Antonio lo cogen los demasiados alcaldes que desde hoy nos guiarán por el mal camino. Su bastón lírico es sustituido por el bastón de mando. En este cielo metalizado sólo son líquidas sus lágrimas. Prosa mala de papel mojado. Papeleta en la boca ensalivada en sumisión autoimpuesta. La poesía quiere libertad y no una mentira vestida de una luminosidad que no es tal
Gala hablaba de una manera suave, elegante, pero también algo impostada. Tres adjetivos que también sirven para este sistema electoral y de partidos. Nos hablan de la fiesta de la democracia, del gobierno del pueblo. Todo es bello alrededor de esas personas que sólo ansían nuestro voto para hacer con él lo que quieran durante cuatro años. Te comen la oreja de la misma manera que nosotros lo hacemos con las de cerdo en la tasca de la esquina. Nos crujen esas pieles cartilaginosas hasta que nuestros oídos chirrían ante tal música satánica.
La pasión turca en la España del siglo XXI es irse a ese país a ponerte pelo. Lo que no saben en Estambul o Ankara es que, los que allí van, lo hacen porque no han podido evitar tirarse de los mismos ante las decisiones que toma la clase política. Los tontos que me leen, que por suerte son pocos, ya estarán pensando que, si me meto con los políticos y este supuesto sistema democrático, es que uno querría una dictadura. Y uno ya no está para aguantar semejantes sandeces. Lo que uno quiere es una verdadera democracia donde el pueblo fiscalice y controle de manera activa lo que hace nuestra clase política y que sólo cuenten con nosotros una vez cada cuatro años, para luego olvidarnos y alejarse de nosotros. Alguien dijo que la distancia es el olvido y seguramente fue un político.
Ojalá un manuscrito carmesí que no fuera una novela sino un ensayo autobiográfico donde los últimos representantes de esta clase política denigrante y patética explicaran cómo está siendo el final de su poder obtenido mediante la mentira y la manipulación. Boabdil aparece como una persona romántica y a fe que, en comparación con nuestros políticos, fue un soñador amante de la belleza, del amor y de la vida. Valores que nadie daría a esos seres que hasta ayer lo dieron todo para seguir siendo los únicos que se benefician de esta supuesta democracia, que para ellos, por supuesto, no es mejorable sino perfecta.
La imperfección es la nuestra por avalarles con nuestros votos, por creer una vez más que esta será la buena y empezarán a hacer las cosas como Dios manda. No sé si somos nosotros más románticos que Boabdil o más tontos y cenutrios que los que pitan a Vinicius en un campo de fútbol por su color de piel. La única coincidencia es que el votante lo va a ver todo negro tarde o temprano.
No voy a hablar de los resultados de estas elecciones municipales y autonómicas. Ni me importan ni podría hacer nada si es que así fuese. Solo me queda acatar el resultado, la sentencia dada por un juez injusto. Y el juez, en este caso, está claro que no es el pueblo que vota. Lo votado no tiene ninguna importancia. Da igual que gane uno u otro. Lo que se vota es la justificación de un sistema para que unos cuantos se forren y disfruten de unos orgasmos espasmódicos al tener tan cerca el poder.
Los partidos políticos lo que quieren es que tú votes, si es a ellos mejor, pero si no es así, por lo menos vota, al que sea, a su máximo rival ideológico, incluso vota en blanco. Estarás avalando el sistema electoral y que ellos puedan beneficiarse de él. Lo importante es entrar en las instituciones como sea. Disfrutar de los privilegios que obtienen por ley por dicha razón y, después, realizar su trabajo de la manera más torticera posible sin la posibilidad de poder echarles por esta razón. Si eso es una democracia, que cada uno se siga engañando y yendo a votar para seguir siendo una oveja fiel del rebaño.
En esta perra vida la realidad nos enseña los caninos con rabia. Morder la manzana o la vida. El gusano o el corazón. Muerto el perro no se acabó el sistema electoral infame ni su putrefacta clase política. Antes que charlar con un político, hacerlo con cualquier perro para explicarles mis dolores del alma y mis alegrías resplandecientes.
Gala escribió Charlas con Troylo, pues para hablar sobre la humanidad y sobre España, un perro iba a poner mucha más atención que un humano. El humano sabe que vota por un esclavismo que hemos adaptado a nuestra esencia como si de un respirar acompasado se tratase. Algo que se hace por inercia, como el mal. Una manera de darle las gracias a nuestro verdugo por retrasarse un poco más de tiempo en acometer lo que le hace merecedor de ese término.
Explicarle España a un perro es lo único patriótico que Antonio Gala podía hacer. Si lo hubiera intentado con alguno de nuestra condición humana habría tenido que esperar a que estos hubieran terminado de morderse. Y habría llegado un día como el de ayer, en el que por desgracia nos ha dejado, en el que hubiera hecho imposible llevarlo a cabo. Y no es solo que los perros escuchen mejor, es que yo he conocido a muchos de ellos que también leen mucho mejor que nosotros.
Goya definió de manera perfecta esta España nuestra de confrontación continua. Esa pelea a garrotazos pintada con su genio aragonés, valga la redundancia. Pero, aunque sea solo por hoy, no estaría mal cambiar las garrotas por los bastones. Poéticos y políticos. Una mezcla imposible. Como España.
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