EL LIBRE reproduce a continuación de forma íntegra una carta al director de D. N. R. D., un niño de 13 años de edad muy interesado en que se haga justicia con respecto a la agresión impune que sufrió jugando al fútbol hace dos años: una fuerte patada en la cabeza que le provocó un traumatismo craneal
Escribo esta líneas para contar algo que me ocurrió hace algún tiempo y que, a mí, como niño, me hizo sentir desprotegido, indefenso… muy mal.
He guardado silencio durante los dos últimos años sin conocer todos los detalles del procedimiento que habían iniciado mis padres ni todas las personas con las que se habían puesto en contacto mis padres y que se habían interesado por el tema.
El 14 de marzo de 2018, mientras jugaba un partido con mi club en aquel entonces, el CD Doctor Fleming de Dos Hermanas, recibí una patada en la cabeza por parte de un jugador del equipo contrario, que estuvo dando patadas durante todo el partido y que, tiempo después de lo que me ocurrió, escupió a un árbitro en otro partido. Esto último fue noticia y salió hasta en la tele… ¡Normal!
Parece que nadie estuvo atento ni vio nada. Tras la patada tuvo que salir a reemplazarme otro compañero y se me dejó solo en el banquillo, sin dar la merecida importancia a lo ocurrido. Los que actuaban como mis entrenadores siguieron atentos al partido y es mi padre el que decide, al ver cómo me encontraba, llevarme al hospital.
En todo momento, mis padres intentan hacer entender a los dos clubes que estas situaciones de dar una patada a un contrario sin balón no deben quedar como si nada. Se debía aclarar lo ocurrido y buscar soluciones, no culpables, pero parece ser que nadie se interesó en aclarar lo que realmente sucedió y prefirieron callar. Me siento como que los niños no tenemos poder de opinión.
Una versión muy distinta
Mi club emitió un comunicado dando una versión muy distinta de lo que pasó y buscando, en mi opinión, justificarse: «Una vez recabada toda la información posible, contrastando las versiones facilitadas tanto por los miembros de nuestro club que asistieron al encuentro como por miembros del CD San Alberto Magno, y teniendo en cuenta el acta arbitral, la cual no refleja incidente alguno, nos resulta imposible confirmar si se produjo o no dicha agresión”.
¡Qué injusto me parece! En ningún momento se me pidió que contara lo ocurrido, que creo que hubiese sido lo mínimo. El golpe me lo llevé yo y nadie se ha puesto en contacto conmigo, después de dos años, para preguntar al menos cómo me encuentro.
La primera reacción del que era mi club fue… ¡¡pedir silencio!! Pidieron silencio para «no demonizar» a un niño de 11 años (el que me pegó la patada) y yo digo que qué pasa conmigo, que fui el más perjudicado, el que me llevé el golpe, el susto… y acabé ingresado en el hospital con un diagnóstico de traumatismo craneal.
Mi padre, sobre todo, que se ha hecho un experto en reglamento durante estos últimos años, me cuenta que, según la Real Federación Andaluza de Fútbol (RFAF), un club tiene 48 horas después de un partido para añadir o reclamar cualquier incidencia en el acta arbitral. Mi club no lo hizo, aun sabiendo que yo estaba en el hospital. El presidente del club en aquel momento le pidió a mi padre que dijera la versión contraria de lo que realmente ocurrió, algo que mi padre por razones obvias no hizo.
Después de que el club emitiera el comunicado, hubo muchas personas que empezaron a comentarlo y hasta uno de mis entrenadores me llegó a acusar públicamente poniendo en mi boca cosas que nunca dije, dando una imagen de mí que no es verdadera.
Ley del silencio en el CD Doctor Fleming
Ninguno de mis entrenadores me defendió en ningún momento. Será por eso que, cuando hemos coincidido recogiendo a su hijo del instituto, agacha la cabeza, será de vergüenza. Lo que sí sé, porque me lo ha dicho otro compañero de equipo, es que les pidió silencio a todos: nadie había visto nada.
Y mi asombro no acaba ahí. Mis entrenadores dijeron ante un juez, entre otras mentiras, que ellos no actuaban como entrenadores, aun a sabiendas que usaban el título de otra persona del club que sí lo era, para presentarse en los partidos.
Ahora es cuando debemos preguntarnos porqué no quisieron escucharme nunca. ¿Será que yo decía la verdad quizás?
Tuvieron varias ocasiones para rectificar y buscar una solución amistosa, pero en todo momento se negaron. Han quedado como lo que son, unos mentirosos. Mis padres siempre me han enseñado que, con la verdad, se llega a todos lados.
Ahora me siento con la necesidad de contar mi historia para seguir adelante y cerrar mis heridas. Aunque duele mucho ver lo difícil que resulta pedir perdón a algunas personas.
Me invade un sentimiento de desprotección, inseguridad e incertidumbre y, a veces, hasta me he llegado a sentir culpable por decir lo que ocurrió
Me invade un sentimiento de desprotección, inseguridad e incertidumbre y, a veces, hasta me he llegado a sentir culpable por decir lo que ocurrió. Si no nos protegen los adultos, ¿quién?
Un juez ha dicho que lo que ocurrió se resuelve, de momento, con una sanción administrativa contra estas personas por parte de la autoridad competente. Tan solo espero que esa sanción llegue de una u otra forma.
Sé que mis padres se han puesto en contacto con la Federación de Fútbol, Delegación de Deportes de Dos Hermanas, entre otros, sin recibir respuesta de momento. Tan solo pido que actúen, que no dejen pasar esto, que no sean cómplices de algo así hacia un niño.
Y, por último, agradecer a aquellas personas que me enviaron mensajes de apoyo, que son muchas del ámbito deportivo, médicos, fiscales, abogados, maestros, etc. Doy gracias a Miguel Galán, Wats Team, Prodeni, Salva Santurzi Irratia, etc. A mi familia, a mi hermana por aguantarme, a mi madre por cuidarme y seguir educando en valores a sus hijos y muy especialmente a mi padre, mi héroe. Su valentía de enfrentarse a toda una sociedad, por algo justo, por protegerme, escucharme, por darme tanto cariño y por decirme cada día que me quiere.
Hay que ser valiente para denunciar un hecho, pero que lo haga un niño para que la sociedad tome conciencia, tiene el doble valor moral.Debemos apoyarlo, aunque la justicia en este país muchas veces se pone de perfil.
También el periódico merece mi respeto, por apoyar estos casos de injusticia, donde vemos que hay adultos que son unos sinvergüenzas.
Ánimo y fuerza para el niño y su familia
Totalmente de acuerdo con «justiciero estudiante». La sociedad está muy podrida y los propios adultos que llevan este tipo de actividades con niños , aún sabiendo por la comunidad científica que no hay que presionar a los niños y/o que el deporte debe ser cooperativo y/o de técnica deportiva y no de brutalidad para ganar, ellos con tal de tener subvenciones para su club o federación y vivir por tanto de ello, favorecen y/o inculcan y/o tapan (porque a veces no son ellos, son los padres los que educan niños violentos/competitivos pero el entrenador ni le pone límite a esos padres, aplaudiendo la gran competitividad que definen como competencia y habilidades deportivas de su hijo) situaciones de competitividad que llegan al extremo de ser agresivas…pero además, por lo que se ve, tapan las agresiones ya hasta haciendo sentir mal a la víctima, lo que envía un feedback de refuerzo al agresor de que no ha hecho mal. Estos clubs deben ser penalizados!!!!