El psicólogo y orientador familiar extremeño Luis Aretio revela que ya se están dando «cuadros desadaptativos severos» en los niños encerrados que, a partir del lunes, podrán salir a pasear acompañados de un progenitor o tutor legal
Abuso de todo tipo de soportes tecnológicos, desgana, agitación, estrés por los deberes… Los niños han sido los grandes olvidados de este confinamiento por parte del Gobierno. Y sus pequeños cerebros, muchos de ellos todavía en desarrollo, lo están padeciendo. Ahora que la curva de contagio se aplana, se abre la veda y los menores de entre 0 y 14 años podrán salir a pasear a partir del lunes (lo del supermercado y la farmacia fue un delirio de María José Montero) acompañados de uno de sus padres o de su tutor legal. El experto en psicología infantil y orientador familiar Luis Aretio, natural de Fuente del Maestre (Badajoz) y afincado en Sevilla, analiza las consecuencias mentales para la gente menuda, que es la población más sensible junto con los ancianos, de este encierro sin precedentes en la historia de España.
-¿Puede el confinamiento dejar secuelas psicológicas en los niños?
-Claro que nos va a dejar secuelas, de hecho ya estamos soportando los primeros cuadros desadaptativos severos. Pero no sólo afectará a niños y a jóvenes. La consulta realizada a través de mis redes sociales, donde he recibido más de 400 testimonios reales en apenas 24 horas, me permite afirmar que hay un gran sector muy afectado en todos los tramos de edad, pero lo más significativo es que quienes se sienten peor no son ellos, sino los adultos. Además de sus propios síntomas, sufren también por ver a sus hijos afectados.
Pero ganan por goleada los comentarios positivos, en todas las edades. Son muchos los adultos que están asombrados de las buenas reacciones de sus hijos, del ejemplo que están dando, de la responsabilidad con la que soportan el confinamiento, con síntomas también, pero que no llegan a ser desadaptativos, lo que les permite afrontar una buena rutina. Hermanos que se han unido como nunca, y además se han descubierto como amigos, reconciliaciones, cooperación, compresión y empatía. Se puede decir que es la otra cara de la moneda en todo esto tan complicado que nos está dejando el estado de alarma.
«Son muchos los adultos que están asombrados de las buenas reacciones de sus hijos, del ejemplo que están dando»
-¿Qué tipo de alteraciones están sufriendo los niños durante este encierro?
-En todas las edades aparecen alteraciones similares: el sueño, el apetito, estrés agitación, apatía, desmotivación y tristeza. Cuadros desafiantes, agresividad, desobediencia, oposición rebeldía… En todas las edades aparece un pensamiento aprensivo hacia el futuro, miedo a lo desconocido, y los más pequeños, miedo a que mamá, papá o los abuelos puedan morir. Mucha ansiedad cuando llega la tarde y dificultades severas para conciliar o mantener el sueño.
-¿Cómo lo expresa cada niño en función de su edad?
-Cada edad lo expresa de una forma, esa es la diferencia, destacando en el tramo de 6 a 12 una mayor dificultad a la hora de expresar sus emociones; no tienen tantos recursos como los adolescentes por ejemplo, y sufren más estrés al reprimir sus deseos de rebelarse a las normas, y además son el grupo que más echa de menos a sus amigos, deseando volver a cole, como los más pequeños. Muchos adolescentes prefieren seguir así, sin tener que ir al instituto; muchos ya pasaban muchas horas navegando, y ahora más, y de noche, invirtiendo el sueño peligrosamente. Se han hecho fuertes en su cuarto y lo único que echan de menos es poder quedar en la calle con sus amigos, como antes.
«Este trauma global es el caldo de cultivo para brotes psicóticos, cuadros depresivos severos, trastornos de estrés postraumáticos, duelos no resueltos o desórdenes de personalidad de todo tipo»
-¿Puede esta pandemia dejar una huella psicológica en los menores hasta el punto de desarrollar una enfermedad mental?
-Es complicado, no tenemos referencias. Estamos improvisando en sanidad, en economía, en educación, y en salud mental infantojuvenil es complicado lanzar una estimación también. Hay que tener en cuenta la fuerza del contexto social, es decir, que estamos viviendo un trauma global, mundial, no vivido antes por nadie. Esto es el caldo de cultivo para brotes psicóticos, cuadros depresivos severos, trastornos de estrés postraumáticos, duelos no resueltos o desórdenes de personalidad de todo tipo. La ansiedad será el síntoma estrella, ya lo es; fobias, trastornos paranoides, y desórdenes de tipo obsesivo. Se intuye una gran demanda de atención psicológica en un gran sector de la población, sobre todo a medida que todo vaya remitiendo y abandonemos los cuadros de estrés, dando paso a síntomas más depresivos e inhibidores.
-¿Cuáles serían los cuadros negativos más comunes en esa encuesta que usted ha realizado a 400 familias?
-Abuso de todo tipo de soportes tecnológicos, desgana, agitación, estrés por los deberes (mucho), incertidumbre de cómo será el futuro, miedo a enfermar, pesadillas, insomnio-hipersomnia, sobreapego, irritabilidad…

-¿Y los aspectos positivos?
-Superación, afrontamiento, compromiso, fortalecimiento de la familia como una estructura desconocida que todo lo envuelve (en muchos casos nos hemos reencontrado porque antes no había tiempo), adaptación, flexibilidad y en muchos, una explosión de creatividad a la hora de gestionar los recursos disponibles.
-Tengo entendido que hay una parte buena de todo este desastre epidemológico, político, social, económico, cultural y económico ¿no?
-Tengo que hacer una especial mención de casos positivos donde la familia ha sido la primera sorprendida, casos de personas TDH, Asperger, Síndrome de Down, familias separadas (muchas se han sentido más unidas que antes reduciendo el nivel de conflicto) y mencionar, por último, casos de personas con autismo, donde han tenido madres y padres que convertirse en tutores permanentes al no tener recursos de apoyo externo, con el extra de complejidad que conllevan en los procesos de comunicación entre ellos y la realidad. Y también los más negativos, niños que se ven obligados a vivir confinados con sus abusadores, maltrato familiar, violencia de género… Porque el hecho de que hayan disminuido las llamadas o demanda, no quiere decir que no sigan ocurriendo, y son casos de sobreexposición a una situación muy violenta, con sus consecuentes secuelas.
«La ira es una expresión aguda de un estado de gran frustración y suele estar directamente relacionada con una experiencia intensa que es percibida como una injusticia»
-¿Cómo podemos los padres atajar los brotes de ira que están teniendo los niños por tantos días de encierro y pantallas?
-La ira es una expresión aguda de un estado de gran frustración y suele estar directamente relacionada con una experiencia intensa que es percibida como una injusticia. Ante estas descargas emocionales tan fuertes lo mejor es no intentar evitarlas, la persona no está en ese momento para razonar, necesita echar fuera todo lo que siente, los niveles de adrenalina están disparados y lo que mejor se puede hacer es favorecer la descarga de tanta intensidad con la precaución de evitar daños a las personas u objetos de valor. Después suele aparecer un período de calma, ahí es donde podemos reaparecer y aprender a traducir la conducta más allá de lo expresado, sino desde la emoción que la ha generado, ése es el papel de los adultos, aprender a traducir los síntomas externos en emociones, es decir, mirar adentro.
-Las pantallas e internet pueden ser un aliado para aprender y divertirse, pero hay que utilizarlas con moderación también durante la pandemia, ¿verdad?
Con las tecnologías es muy difícil pelear, y más en este momento. Debemos ser cariñosamente estrictos y comprensiblemente amables, buscar un término medio entre lo que ellos pretenden (no tener límites) y lo que nosotros queremos (que nos obedezcan y respeten). No siempre es fácil, pero es el mejor remedio negociar, sobre todo con quienes más abusan, con los adolescentes. Como siempre digo, quien paga manda, y no es barato precisamente que un adolescente se enganche a las pantallas como para que luego no nos respete.
-¿Cómo tendrían que salir los niños a partir del 27 de abril para evitar posibles riesgos de contagio?
-Debemos ir pensando en que la salida será progresiva y con muchas medidas de seguridad, que muchos no querrán salir por miedo al contagio, con cuadros hipocondríacos, y no los debemos obligar. Hay muchos niños y jóvenes que están viviendo esto desde la comodidad de no tener que relacionarse, bien porque sufrían acoso escolar o porque les costaba relacionarse, pero es una peligrosa comodidad, ya que luego deberán afrontar de nuevo esa realidad aparcada ahora. Las relaciones sociales no van a ser como antes, ni siquiera cuando termine el confinamiento. Existe un debate sobre los beneficios de salir y el riesgo de ser contagiado y no hay una respuesta global común. Cada país aplica las medidas de confinamiento, sobre todo con los niños, de manera diferente. En mi opinión, hacen bien en no darnos un margen amplio de momento, porque no podemos olvidar que en España somos mucho de cuando nos dan una mano, exigir de inmediato el brazo entero.
Gracias por esta interesante entrevista