La seguridad en las condiciones actuales es un ejercicio de fe hacia nuestros dirigentes. No hay más alternativa que confiar en las decisiones de los que dirigen la sociedad, puesto que las soluciones, el alivio, las mejoras… dependen de la colectividad y no del individuo
Sabemos a ciencia cierta que el riesgo cero no existe hoy en día. Y no lo habrá hasta que haya una vacuna eficaz para todo el planeta. Si se ha aprobado la vuelta a las aulas, quiero pensar que existen unas condiciones mínimas para alcanzar cierta normalidad, una cierta normalidad que ya vemos en nuestras calles, al menos en las que yo frecuento, al margen del uso de las mascarillas y de los geles hidroalcohólicos.
Solo entendería la suspensión de las clases en un contexto de un confinamiento total como el de los meses anteriores. Es cierto que el contacto entre niños será más predominante que el que se ve entre adultos desde que la apareció la pandemia y, por esta razón, los esfuerzos de las administraciones deben volcarse en poner todos los recursos posibles en los centros de enseñanzas, antes que en otros ámbitos. En este punto, máxima exigencia.
Pero tanto los padres como los docentes también tenemos mucho que aportar. Lo primero es, antes de la crítica fácil, una máxima responsabilidad y una mínima coherencia. No tiene sentido exigir lo que no cumplimos fuera del colegio.
Por otra parte, me parece fundamental tener muy estudiados los protocolos en caso de contagio para reaccionar con celeridad. Las medidas preventivas no son suficientes, lamentablemente, y hay que estar preparados. Prefiero estar en esta tesitura que volver a trastocar los planes de un curso escolar mientras abren bares, cines, playas…
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