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La consejera de Salud, Rocío Hernández.

Opinión, Política, Salud

Los dictadores escondidos dentro del SAS

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El hecho de tratar periodística y socialmente a un profesional sanitario como a una mujer maltratada o a un testigo protegido de la policía pone de relieve que no vivimos en una democracia real. Si un sanitario del Servicio Andaluz de Salud (SAS) recibe amenazas por aconsejar a pacientes desesperados que pongan reclamaciones, este sistema está más podrido de lo que muchos pensábamos

Según ha podido saber este periódico, un sanitario ha sido amenazado por una responsable de Salud Laboral del SAS simplemente por decirle a la gente que ejerza su derecho de poner una hoja de reclamación por el maltrato insistente al que son sometidos los usuarios del Sistema Sanitario Público de Andalucía, ya sea porque llevan 20 meses esperando una operación, porque su médico de cabecera cambia constantemente de rostro o porque, para pedir cita de Atención Primaria, tienen que levantarse de la cama a las seis de la mañana.

Esta persona contactó con EL LIBRE para contarnos su problema a sabiendas de que es el único periódico de España capaz de publicar cientos de testimonios de pacientes y sanitarios hartos de unos mecanismos pervertidos por el poder. Y el primero donde se denuncian casos como el fraccionamiento ilegal de contratos sanitarios y el primero que siempre saca los informes acusadores tanto del Tribunal de Cuentas como de la Cámara de Cuentas, además de los del Defensor del Pueblo Andaluz.

Sin embargo, este sanitario ha tenido que recular, solicitándonos que, por favor, no publiquemos nada ante las amenazas recibidas tanto de su supervisora como de una responsable de Salud Laboral del SAS. «Como salga algo de esto en prensa y sigas animando a la gente a poner reclamaciones, te plantamos en la calle«, le han dicho. ¿Realmente vivimos en una democracia? Formalmente sí, pero en el fondo no.

Enemigos de un sistema podrido

Existe democracia para los ricos, claro, y para las personas que no sacan los pies del tiesto. Si protestas, si te rebelas ante cualquier ninguneo o injusticia con la Constitución o con alguna ley o decreto en la mano, malo. Ahí te conviertes en enemigo del sistema y van a por ti.

La red clientelar es tan amplia en Andalucía, a todos los niveles y en círculos concéntricos, como el Infierno de Dante, que muchas veces basta con una mirada o un levantamiento de ceja para fulminar a un currito cuyo único pecado es no tener su plaza laboral en propiedad y depender de una Bolsa del SAS pestilente repleta de agujeros, sombras y llamadas que podría hacer el mismísimo Michael Corleone. La partidocracia permite estas prácticas denigrantes. «Estoy asustado», dice este hombre.

Siempre del lado de los débiles

El papel de un periodista es muy difícil en una tesitura así. Me gustaría ver a esa panda de incultos que nos ponen a caer de un burro en las redes sociales ante una página en blanco, una grabadora con una hora de entrevista y un asunto con múltiples aristas. Es muy fácil matar siempre al mensajero, pero esa gente con demasiado tiempo libre no piensa en ningún momento que contar la realidad es siempre un ejercicio de posicionamiento. Aunque quieras evitar la subjetividad todo lo posible, el periodista tiene que estar siempre del lado del débil, de la víctima, del ciudadano sometido al poder. Es verdad que hay muchos compañeros que han claudicado ante el color del dinero y del partido de turno, pero nunca se puede perder la perspectiva del servicio público, aunque la empresa sea privada. Contar la verdad, buscarla y hacerla visible contra todo riesgo. Para el empresario, para Dios y para el ciudadano, la verdad debe ser la misma, porque una injusticia bien contada no admite debate ni discusión.

Autocensura a cambio de un puesto de trabajo

En esta ocasión, tengo que respetar la decisión del sanitario de echarse atrás. Pero quiero que el lector sepa que lo hago porque vivimos en una sociedad cruel en la que la Constitución no se respeta ni se mejora y en la que las leyes no protegen siempre a los más frágiles. Si fuera así, esta persona no tendría miedo a las represalias ni a perder el trabajo. Un periodista tiene que ser empático y, al serlo, antepongo su pan a mi exclusiva, por lo que tengo que omitir no sólo su nombre, sino también el municipio andaluz donde trabaja y el resto de su historia, como si fuera un perseguido de la justicia, una mujer a la que su ex ha intentado asesinar o un policía infiltrado en una organización terrorista… pero no por eso un gerifalte del SAS me va a callar.

Seguiremos siendo el azote de la Consejería de Salud

Quiero lanzar este artículo como puño al aire contra un Gobierno andaluz que permite que estas cosas pasen y que, a diferencia de lo que predicaban cuando estaban en la oposición, sigue estimulando la red clientelar con la dedocracia. Ha tardado poco Moreno Bonilla en mostrar el plumero de la soberbia por mor de la mayoría absoluta. Pero el político malagueño no tiene toda la culpa. Esos altos cargos del SAS (directores, gerentes, supervisores, jefes de planta, jefes de área, jefes de distrito y coordinadores, muchos de ellos de la etapa socialista), una de las empresas más grandes de España, tienen la responsabilidad de hacer lo suyo bien, desde la ética y la moral, no desde la estrategia del partido o desde el egoísmo de no perder la silla. Hay que ser muy miserable para amenazar a un trabajador eventual que lucha por los derechos fundamentales de los pacientes. No me gustaría que esa doctora, la perpetradora de la amenaza mencionada, me tratase nunca en la vida.

Desde EL LIBRE y desde la Asociación Justicia por la Sanidad, seguiremos luchando por sacar a la luz estas prácticas deleznables y animamos a pacientes y a sanitarios a no tener miedo a contar sus verdades con nombre y apellidos. Sólo así podremos contra la dictadura del SAS.


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Un comentario

  1. M Reyes Fernández Loaysa

    Sois valientes y además muy conscientes de lo hacéis, una lucha contra la partidocracia que somete a vejación al pueblo español. Gracias, y ánimo a los que se rebelan contra la corrupción sistémica.

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