El creador de 500 bandas sonoras fallece a los 91 años dejando verdaderas pulsiones emocionales en forma de canciones fílmicas. Escenas como los duelos finales de la trilogía del dólar, su bellísima composición para la película de redención ‘La misión’ o esa oda al séptimo arte que es ‘Cinema Paradiso’ forman parte ya del imaginario colectivo de varias generaciones
Llegó al rodaje y todos se quedaron boquiabiertos. Leone se volvió, le miró y frunció el ceño. «¿Este es Henry Fonda? ¡Está muy mayor!«. Todos temían que el orondo director italiano tuviera uno de sus enfados terribles. Pero, cuando el protagonista de Falso culpable se cambió de ropa y salió afeitado, con su traje negro, las pistolas y el sombrero, todos suspiraron aliviados. Era el mejor malo posible para darle la réplica a Charles Bronson en Hasta que llegó su hora (1968).
El duelo final de ese último spaguetti-western de Sergio Leone es puro cine, la cumbre de todos los duelos de miradas penetrantes, sudor en primer plano y fotografía saturada. El motivo de esa genialidad recae en la figura de Ennio Morricone, que hoy ha fallecido a los 91 años de edad.
El autor de 500 bandas sonoras realizó una prodigiosa composición tirando de armónica, sacándole todo el partido melancólico a ese instrumento y acompañando ese flashback en el que, por fin, el espectador se entera de quién es el Hombre sin Nombre que, en este filme es conocido simplemente como Armónica. El ángel exterminador que luego versionaría Clint Eastwood en El jinete pálido (1985).
Morricone fue versátil, tocó todos los géneros, pero donde provocó un antes y un después fue en el western, concretamente en Por puñado de dólares (1964). Los títulos de crédito son ya una auténtica declaración de principios: figuras recortadas de cabalgadas y violentas escenas en negativo, negro sobre fondo rojo alternadas por las de rojo sobre fondo negro, subrayadas por la inusual música de Ennio Morricone que, como el propio Leone, rompía todas las reglas, en las antípodas de las baladas que se habían puesto de moda.
Existe tal comunión entre imágenes y música que Leone declaró: «Morricone no es mi músico. Es mi guionista. He sustituido los malos diálogos por la música para que subraye una mirada o un plano». De común acuerdo con el director, el músico italiano fue experimentando composiciones de diferente carácter marcadas siempre por una gran originalidad, majestuosas, trágicas, hiperrealistas, rituales, ceremoniales…
Tomaba temas del western clásico y los iba transformando con sus orquestaciones, en las que sorprendía la presencia de la armónica y el silbador.
Al margen de las películas sobre el Lejano Oeste, este transgresor compositor italiano cultivó otros géneros, como el policial. Quizá su obra más conocida y más emocionante (esos violines se pegaban a la cara de Jean Paul Belmondo y hacían presagiar lo peor) sea la banda sonora que realizó para El profesional (1981).
Sin querer desvelar nada de esa obra maestra llamada Cinema Paradiso (1988), solo decir que su final es uno de los más emotivos de los 125 años que han pasado desde la invención del cine. Y esto es así por la música de Morricone (incomprensible que no fuera ni nominado al Óscar).
Ese clímax inolvidable da sentido a todo el filme y convierte la propuesta de Giuseppe Tornatore en un abrazo con imágenes, un torbellino de emociones que conecta con nuestra infancia, con nuestros recuerdos y con los sueños que se hacen realidad.
Como el protagonista de Cinema Paradiso, la lágrima del aficionado al séptimo arte cae sin remisión, porque se ha ido el gran enfant terrible de la música del cine, ese que le daba largas a Tarantino hasta que, ya por no escucharle, le hizo una banda sonora completa para Los odiosos ocho… que le propinó ese ansiado Óscar que solo tenía en homenaje a toda una carrera tras cinco nominaciones fallidas.
La misión es otra partitura fantástica y muy aclamada que subraya una película muy notable con un reparto excepcional con Robert de Niro y Jeremy Irons a la cabeza. Son innumerables los videos y montajes caseros relacionados con el mindfullness y la espiritualidad con el Gabriel’s oboe theme de fondo.
En la era poscoronavirus, hace mucha falta que los nuevos creadores se empapen bien de la trayectoria de Morricone para que se den cuenta de cómo se puede emocionar con un silbido y revaliden un legado inigualable.
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