lorca

El poeta Federico García Lorca, en los estudios de Unión Radio, en 1929. / GETTY IMAGES

Cultura, Opinión

La voz de Federico García Lorca espanta a los buitres en corro sobre Gil de Biedma

Comparte este artículo:

España, miserable tierra de conejos, se torna moralista y la polémica del mes es ahora juzgar la vida privada de los artistas, si Gil de Biedma pagaba o no por follar y cuánto

Por ahí empieza todo lo malo del siglo XX: racismo, fascismo, intolerancia… Jamás desaparecidos, sino ocultos, por tramos, al paso de los afanes y días, pero siempre en retorno sin descanso, como susurraron todas las víctimas juntas de Mauthausen y Auschwitz. No solo pagaba Gil de Biedma por chicos veniales del arroyo más luminoso, sino Cernuda y Lorca: maletillas, torerillos, buscavidas, camareros, gañanes del silbo y carteristas en horas bajas. Mucho contó Luis Antonio de Villena en charlas, conferencias y Youtube por vena azul (Lecturas homoeróticas de Federico García Lorca), deseo y desesperación inmediata, yonquis del amor turbio, sonetos del amor oscuro para la noche blanca donde relampaguea el caramelo en las bocas abiertas, el sexo que hoy se atreve y debe pronunciar su nombre, el flexo de los taquígrafos.

Llega Federico (Vicente Aleixandre siempre lo refirió sin apellidos) con libro nuevo desde la muerte para espantar a las aves carroñeras sobre Gil de Biedma: De viva voz: Conferencias y alocuciones (Debolsillo). El Lorca oral, el Lorca para los quebrantahuesos de las orgías con negros (tiempo de Poeta en Nueva York) pero mucho más, el del revisionismo de su presente y tradición. De dónde viene, literariamente, adónde va y el lugar donde se encuentra en su recuerdo gramático para oyentes, conferencias previstas e imprevistas, porque siempre escribe desde hoy.

Explican los antólogos (Víctor Fernández y Jesús Ortega) en las páginas liminares: “Apenas se ayudaba siempre de los textos, sin improvisar, no solía leer dos veces la misma conferencia, sino que podía tachar y añadir frases casi sobre la marcha, consciente de los diferentes auditorios a los que se enfrentaba y de la necesidad de dar con el tono adecuado para conquistar el favor de cada uno”. Seducción, palabra y viento, festín y carne viva, mago sintáctico con antorchas frente a la tribu sentada y con sueño, a punto del último ascenso celestial.

«Era como una llama»

Lo dijo Buñuel: “Ya improvisara una pantomima o una breve escena teatral era irresistible. Era como una llama”. Lo avisó Jorge Guillén: “Cuando llegaba Federico no hacía frío de invierno ni calor de verano: hacía… Federico”. Fusilado en 1936, directo y desenfadado, llega Lorca desde la muerte para tocarnos con su voz.

La alucinación de La Barraca por todos los pueblos españoles en misión pedagógica, las alianzas con Neruda, la hoguera entera de Calderón, flores para Aureliano del Castillo, José Murciano o Casona, su autopsia del duende, del verbo y juego de la palabra, siempre Federico, siempre Fuente Vaqueros, María Pineda en Granada, colores de María Blanchard, lágrimas como melones por Sánchez Mejías, locuaz y a su entera bola, pagase chulos de bar o no. Apuntaba y apuntalaba en sus charlas: “Quiero poner toda mi buena voluntad para ver si logro entreteneros un rato con este juego encantador de la emoción poética”.

La poesía es su virus, una tristeza venérea, y se contagia por la voz, claro está, derramada como chorro vivo de ambrosía y néctar supremo. Luis Antonio de Villena lo contó por Youtube para ruborizar y levantar a las señoronas de la primera fila marciana: una vez Lorca le preguntó a Aleixandre si se tragaba el final inmediato de una felación violenta. La apostilla, ante su negativa, fue aguafuerte: “Pues no sabes lo que te pierdes porque sabe a agua de rosas”.

Llega Federico al alba, muerto en el 1936, paseado sin piedad por homosexual, tal y como Gil de Biedma no pudo entrar en el Partido Comunista justo por lo mismo. Residencia de Estudiantes, lecturas arrebatadas de la Generación del 27, viajes por Europa y América, la dirección de La Barraca en 1932, dos hitos para el profano que tenga prisa por coger el autobús o metro: Romancero gitano (1927) y Poeta en Nueva York (1940). El inicio de la vanguardia en prosa convulsa, palabras procaces, lenguaje en el agua, a comienzos vivos del siglo XX. Oigo a los buitres todavía picar en hueso, con ganas de vísceras frescas: “¿Pagaba Federico o no?”. Cela dedicó todo un libro a la prostitución (Izas, rabizas y colipoterras) y en muchas otras charlas dio con la fórmula del pobre hacia dentro: “Pagar es lo más barato. La puta soluciona el trámite y no pide más”. El rico hacia fuera busca siempre salir de sí mismo, el amor como agente provocador, un corazón busca otro sin billetes sucios por medio.

De viva voz: conferencias y alocuciones es una compañía, frivolidad de playa, luz de madera, recodo de cicuta, fieras con el cuchillo en la boca de la ironía y lo más sucinto: “Una sencilla lección sobre el espíritu oculto de la dolorida España”. Lorca conoce la voz, sabe del estilo, pero todavía más del duende que lleva al triunfo, que es siempre un arrobo, un encantamiento, algo ignoto que nos agarra por el cuello para violentarnos, una subversión, auxilio al otro lado del mar en la caracola fina de la oreja con oído.

Cita a Manuel Torres y uno adopta la sonrisa traviesa frente al espejo de cuerpo entero: “Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende”. Escribió siempre poemas como otros flamenco auténtico, el de las faltas de ortografía, incendio popular, escritura nerviosa y crujiente como hojaldre: “El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro, desde las plantas de los pies”. El duende, sí, Fede, está en los negros y lo negro.

Fue el último revolucionario del siglo XX, con sus lunas verdes, hidalguía gitana, pandereta y mujeres estériles. Era un cascabel. Leonard Cohen aprendió castellano para leer a Lorca, llamó así a su hijo y, cuando le dieron el Premio Príncipe de Asturias, el músico Nacho Vegas le dijo en un paraninfo abarrotado, tras un concierto homenaje: “Va usted hoy a recoger el premio de manos de quienes asesinaron a Lorca”. Algo así, no recuerdo bien, por el cotorreo de los años. El duende es duda y el ángel, como San Rafael, siempre guía.

Las aves felices de la carroña siempre estuvieron ahí: el poema de Neruda sobre Miguel Hernández (“los Dámasos, los Gerardo, los hijos de perra, silenciosos cómplices del verdugo”) o el todavía más metálico del Canto general (“la caterva infiel de los Panero, los asesinos de los ruiseñores”). Ahora toca revolver, enredar, meter los muñones en lo hondo de la faltriquera de Gil de Biedma, por si queda alguna moneda, pero llega toda la voz alta de Federico como monumento para evitarlo, la inercia de los tiempos, la raza de los acusados.


Comparte este artículo:

Un comentario

  1. Esto de juzgar la vida privada no es uevo, està » de rabiosa actualidad » desde hace ya mucho. Woody Allen Plàcido Domingo…y muchos màs. Cuando pregunto » què tal es este poeta » y se me contesta » es muy buena persona «, pienso, » ¿ tan raro hablo yo ? Wilde, que tenía frases para todo, decía : » Que un hombre sea un envenenador no prueba nada en contra de su estilo. Hombre, tam ièn con la plaga de malditismo que asola la cultura desde hace siglos… Eso sí, el estilo…hay que tenerlo. No por emborracharse se transforma nadie en Rubèn Darío…»

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*