Estos días estamos todos (o muchos) consternados por la muerte de un gran hombre, una buena persona: ha fallecido el Papa Francisco. Lo he sentido enormemente. Creo que, como muchos, porque era un hombre que transmitía sencillez y cercanía, independientemente de la fe que se profesase. Con él me ha pasado como me pasó también con San Juan Pablo II, un Papa humano, cercano, muy querido por los cristianos y no cristianos
En los muchos programas que se están emitiendo esta semana, están repitiendo epítetos o frases como: «el Papa de la periferia», «el Papa de los pobres» por haber dedicado su pontificado a luchar y a preocuparse, entre otras cosas, por el bienestar de los más favorecidos. En definitiva, creo que ese debe ser el fin de todo apostolado ¿no? Pero, también se le ha mencionado como «el Papa hereje» por su línea aperturista no conservadora y esto me ha dado que pensar ¿Por qué existe la Iglesia? ¿Cuál debe ser su papel en nuestros días? ¿Debe aceptarse solo como doctrina y ser interpretada con los ojos conservadores de hace siglos o debe actualizarse?
Yo soy creyente, practicante y creo que su labor ha sido elogiable por los pobres, por los derechos de las minorías. Su Santidad ha abierto los ojos al mundo real, a los cristianos de hoy. Creo firmemente que la Iglesia y sus representantes han de modernizarse, han de escuchar el sentir del pueblo, de su gente. No se puede pensar que, a pesar de que el mundo sea diferente de hace siglos, la Iglesia deba mantenerse con la misma rigidez de hace siglos.
Me asustan palabras como las que estoy leyendo en la prensa del tipo de: «El catolicismo no consiste en obedecer ciegamente al Papa» sino en «respetar las Sagradas Escrituras, la tradición y la doctrina de la Iglesia» dichas por el teólogo y cardenal católico alemán Gerhard Müller, uno de los grandes enemigos de Francisco desde que fuera apartado de la antigua Inquisición.
Palabras publicadas en referencia al purpurado alemán: «… que no dudó en mostrar su profundo desacuerdo ante la bendición a las parejas homosexuales, que, en su opinión, es «obviamente contraria a la doctrina de la Iglesia«, el acuerdo entre el Vaticano y China («no se pueden hacer pactos con el diablo») o a la apuesta por la fraternidad entre católicos y musulmanes («los católicos son hermanos y hermanas, pero en Cristo», adujo). Müller es uno de los adalides de la Iglesia ultraconservadora, uno de los líderes de la oposición al Papa Francisco, quien curiosamente le nombró cardenal y le mantuvo, durante años, como prefecto de Doctrina de la Fe.
fue claro en una entrevista concedida a The Times, en la que advierte que «la Iglesia corre el riesgo de dividirse en dos si no se elige a un papa ortodoxo». Se prosigue con: «Más aún: el purpurado alemán insistió en que el próximo Papa no debe “buscar el aplauso del mundo secular, que ve a la Iglesia como una organización humanitaria que hace trabajo social«, sino centrarse en «la verdad revelada». Y es que «los electores tienen la responsabilidad de elegir a un hombre que sea capaz de unificar a la Iglesia en la verdad revelada». «La cuestión no es entre conservadores y liberales, sino entre ortodoxia y herejía», clamó el prelado alemán, quien advirtió que «rezo para que el Espíritu Santo ilumine a los cardenales, porque un papa hereje que cambie cada día según lo que digan los medios sería catastrófico».
Todo esto que cito me despierta sentimientos de rechazo. Me hace cuestionarme si realmente este enfoque es el que puedan tener muchos como este señor o si esta línea es solo de unos pocos. El mundo ha cambiado, la Iglesia también tiene que cambiar. Dios hizo a su hijo hombre para que sintiera y viviera como tal. Creo, con rotundidad, que ni la Iglesia como institución ni sus representantes pueden ni deben cerrar los ojos al mundo. Ahora, entre la feligresía, están o se deben contemplar y admitir los modelos de familia tradicionales de los dos progenitores con muchos o pocos hijos, según su forma de entender la reproducción o según su economía; pero también existen los divorciados, los separados, las familias de homosexuales, las familias monoparentales y todos somos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Y como dice una canción religiosa:
Juntos como hermanos
Miembros de una iglesia
Vamos caminando
Al encuentro del Señor.
Un largo caminar
Por el desierto bajo el Sol
No podemos avanzar
Sin la ayuda del Señor.
Unidos al rezar
Unidos en una canción
Viviremos nuestra fe
Con la ayuda del Señor.
La iglesia en marcha está
A un mundo nuevo vamos ya
Donde reinará el amor
Donde reinará la paz.
Yo estudié en un colegio de monjas, he sido catequista. Mi fe en Cristo ha movido y mueve mi vida, pero también soy madre monoparental y, por eso, no soy menos ni peor cristiana. Mi hija es lo mejor que he hecho en mi vida. Mi hija y mi fe son mi fuerza, mi motor. Sé y me consta que entre los ministros de la Iglesia o sacerdotes los hay de muchos tipos y de diferente línea de pensamiento. Al igual que la cerrazón que se está viendo ante la línea espiritual y de actuación del Papa Francisco, yo también he sufrido ese cuestionamiento ante mi maternidad elegida en solitario, al no tener pareja. Me han llegado elogios de sacerdotes respetuosos que alaban el dar una vida en una familia feliz sin los problemas de una pareja rota y en continua discordia, algo que no es nada positivo para la vida de un niño; como también la dura crítica de no hacer apología o defensa de una maternidad en solitario, algo que rozaba el libertinaje, la desvergüenza o la impureza. Duro, fue duro, pero mi respuesta también lo fue a esta persona a la que, hasta ese momento, admiraba por lo que representaba y representa.
Y en cambio, el Papa Francisco durante una audiencia vía satélite con estudiantes, fieles y voluntarios en Estados Unidos antes de su viaje a ese país (Washington, Nueva York y Filadelfia, del 22 al 27 de septiembre), grabada desde el Vaticano, y transmitida el 4 de septiembre de 2015 por la cadena estadounidense ABC News, también en ocasión del VIII Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, escuchó con gran atención y recogimiento el testimonio de una mujer, madre de dos hijas que vivió en un refugio para las personas sin hogar. El Papa Francisco aludió al coraje de la mujer en respetar la vida y no optar por abortar. «Gracias, Rosemary por tu testimonio. Quiero decirte una cosa. Sé que no es fácil ser una madre soltera, sé que la gente a veces las puede mirar mal, pero te digo una cosa: sos una mujer valiente porque fuiste capaz de traer a estas dos hijas al mundo».
«‘Vos’ podrías haberlas matado en tu vientre y respetaste la vida»
«Vos podrías haberlas matado en tu vientre y respetaste la vida, respetaste la vida que tenías dentro tuyo y eso Dios te lo va a premiar, y te lo premia. No tengas vergüenza, andá con la frente alta: «Yo no maté a mis hijas, las traje al mundo». Te felicito, te felicito y que Dios te bendiga», añadió.
Yo quise ser madre y la ciencia me ha ayudado, algo impensable hace años. El mundo ha cambiado y la Iglesia también debe hacerlo. GRACIAS, Papa Francisco por haberlo entendido y profesado. ¡Que Dios le tenga en su gloria y le bendiga, Su Santidad!
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