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estado de alarma

Dos policías nacionales avisan a una persona de que no puede estar en la calle.

Opinión

¿Estado de alarma o estado de guerra?

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El estado de alarma, impuesto por segunda vez en España en lo que llevamos de democracia, ha sido decretado por el presidente del Gobierno de España en el ejercicio de sus potestades como tal como medida para hacer frente a la pandemia provocada por la enfermedad del coronavirus técnicamente conocido como Covid-19

Esta medida excepcional contempla una batería de medidas que afectan severamente a la libertad de movimientos de los ciudadanos imponiendo restricciones a la misma. No se trata aquí de analizar el por qué o como hemos llegado hasta esta situación ni en modo alguno criticar la gestión que se está llevando a cabo sobre la misma, aunque sí me gustaría entrar en la idoneidad de ciertas personas para estar al frente de estas responsabilidades.

Estamos ante un escenario en el que los medios de comunicación y presidentes de gobierno de países más desarrollados y que forman parte de G7 hablan de «estado de guerra» y de «economía de guerra» y esto no debe ser baladí. Que nadie crea que hoy el estado de guerra pasa por una declaración previa de los países beligerantes, eso es el pasado; hoy el concepto de guerra también está evolucionando.

Se hace necesario una revisión y puesta al día tanto del corpus del Derecho de la Guerra (De Iure Belli) como el corpus del Derecho a la Guerra (Ius ad Bellum). Los Convenios de Ginebra de Agosto de 1949 y sus Protocolos de 1977 quizás hayan dado de sí todo lo que tenían que dar, hay que plantear una puesta al día de la razón de ser del Derecho Internacional Humanitario (DIH), actualizar y definir un nuevo marco de relaciones entre DIH y Derechos Humanos (DDHH), así como determinar un nuevo marco de protección de las víctimas de los conflictos: heridos, enfermos, náufragos, prisioneros de guerra, población civil, víctimas especialmente vulnerables como la mujer y el niño, los periodistas, refugiados y desplazados, bienes culturales y medio ambiente sin olvidarnos, claro está, de reforzar el sistema de eficacia del DIH: mecanismos preventivos y represivos, lucha contra la impunidad de los crímenes de guerra: Tribunales Penales Nacionales y Corte Penal Internacional.

Hoy hablamos de guerra nuclear, biológica y química y tenemos que ir familiarizándonos con estos escenarios

Por otra parte, hoy hablamos de “guerras impropias” para referirnos a situaciones de enfrentamiento en las que puede haber lucha armada como ocurre en el caso de “guerra terrorista” o no haber lucha armada como el caso de la “guerra ficticia”, en la que sí existe una declaración, pero no va seguida de violencia material y la “guerra psicológica, ideológica o económica”.

Hoy hablamos de guerra nuclear, biológica y química y tenemos que ir familiarizándonos con estos escenarios. Hace un tiempo veíamos películas de ciencia ficción en las que se nos presentaban estos escenarios. Hoy tenemos que vivir con ellos.

Otro concepto que está cobrando protagonismo es el de “economía de guerra”, que no es unívoco, sino que, por el contrario, es polivalente y por tal debemos entender el conjunto de actividades económicas que se organizan para financiar una guerra, que pasan por la producción, movilización y distribución de unos recursos que son escasos. Se trata, en líneas generales, de reducir la dependencia del exterior y llevar a cabo una transformación o adaptación del tejido industrial para producir bienes necesarios.

Una gráfica que muestra el colapso económico provocado por la crisis del coronavirus.

En este contexto descrito, la ciudadanía está percibiendo síntomas que se asocian a un estado de guerra: colapso económico, saturación hospitalaria, alarma, problemas de suministro que a día de hoy no son importantes, pero sí nos afectan a nuestra vida cotidiana, incertidumbre, mucha desinformación, aislamiento, muertos, miedo… Todas estas circunstancias me llevan a pensar que gobernar un país es algo más serio que tomar unas copas con los amigos o hacer asambleas en la facultad con los compis.

Lógicamente, al estar tanto tiempo recluido en casa y disponer de tanta y variada información que nos llega a través de distintos canales, uno se pone a analizar la situación y poco a poco va tomando cuerpo ciertos escenarios que hasta ahora eran simplemente imaginativos. No en vano España es el país que cuenta con mayor número de presidentes de gobierno, entrenadores, seleccionadores de fútbol y abogados, todos ellos de secano, que ofrecen soluciones milagrosas cuando se reúnen en lugares propicios a tales efectos, llámense bares, restaurantes y cafeterías.


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