Las denominadas escuelas sensibles al trauma han demostrado resultados «esperanzadores» con estudiantes que presentan trastornos de conducta, disminuyen los incidentes relacionados con la convivencia, mejoran la asistencia y el compromiso escolar y aumentan el bienestar social y emocional de los estudiantes. Así lo ha asegurado la psicóloga, antropóloga y docente Alma Serra, para quien estos enfoques ayudan a los estudiantes a «desarrollar habilidades de autorregulación» y a encontrar «formas más saludables de procesar y expresar sus emociones» ante los desafíos a los que se enfrentan
Serra ha hecho estas declaraciones en el marco del curso de verano de la Universidad Pablo de Olavide que se celebró recientemente en Carmona bajo su dirección y con el epígrafe Trastornos de conducta en el aula. Propuesta de intervención desde enfoques psicológicos y educativos de tercera generación, donde se defiende la reparación «profundamente sanadora» de «sentirse sentido» por la escuela.
La directora del curso, que este 2024 alcanzó su cuarta edición, ha explicado que una escuela sensible al trauma es «un entorno educativo que reconoce el impacto que pueden tener los eventos traumáticos en el desarrollo y el bienestar de los estudiantes» porque se enfocan en «crear un ambiente seguro, de apoyo y comprensivo donde los estudiantes pueden sentirse comprendidos y encontrar los recursos necesarios para procesar y superar sus experiencias traumáticas».
Para Alma Serra, este enfoque es especialmente importante en el caso de los estudiantes que presentan trastornos de conducta, ya que «a menudo sus comportamientos desafiantes están enraizados en traumas o adversidades que han experimentado» y al abordar sus necesidades emocionales, estos estudiantes pueden desarrollar «estrategias más saludables de afrontamiento y mejorar su bienestar y rendimiento académico».
«Formar y sensibilizar a toda la comunidad educativa»
En este sentido, la psicóloga ha recomendado a las escuelas que desean implementar un enfoque sensible al trauma que comiencen por «formar y sensibilizar a toda la comunidad educativa sobre los efectos del trauma y las mejores prácticas para crear un entorno sensible«. Además, ha señalado que «es crucial establecer sinergias entre profesionales que trabajan con las familias y los menores, entre la escuela y la comunidad, para abordar de manera integral las necesidades de los estudiantes».
Asimismo, ha destacado la importancia de buscar profesionales con experiencia con quienes generar «protocolos de acogida» y una «metodología común de trabajo». Según la docente, la clave está en «no juzgar, sino en comprender lo que está ocurriendo o ha ocurrido y ser capaces de ver a un niño o a una niña herida que nos pide ayuda a voces y que, a veces, no tiene otra forma que usar la agresividad o la violencia para ser visto», ha concluido.
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