Estamos conmocionados por la noticia, buscamos en nuestro cerebro social una explicación a algo tan inexplicable como incomprensible y sólo alcanzamos a chocarnos con la sinrazón de la crueldad más visceral e irracional. Y nos conmueve porque, desde nuestra individualidad, desde nuestro yo socializado, nos vemos a años luz de vernos envueltos en un escenario ni siquiera parecido a este
Pienso en Caín buscando una quijada para matar a su hermano por la envidia, la pura envidia de tener lo que yo no tengo y que voy a poseer aunque tenga que destruir a alguien quien quiero. Este chico lo quería todo, quería ser padre, madre, hermano e hijo a la vez. Y lo ha conseguido destruyendo todo aquello que se lo impedía.
De alguna manera, el joven que ha terminado en Elche con la vida de su familia es, a la vez, verdugo y víctima. No pretendo justificarlo; llevo dos días intentando entender qué le ha pasado a ese chaval en sus esquemas de valores como para llevarle a tomar semejante decisión.
Ni los videojuegos ni las redes sociales tienen la culpa de nada; si fuera así, ya estaríamos todos muertos. Pero sí el abuso, el exceso, el consumo obsesivo y desmedido de todo lo que está relacionado con esa realidad virtual que cada vez tiene menos de realidad. Nuestro cerebro, sobre todo cuando aún es inmaduro, desarrolla una predisposición a la escisión, a cortar con unas tijeras la realidad en lo que está bien y lo que está mal. Y el conflicto estalla desde esa escisión que impide conectar ambas realidades. Y la moral tira la toalla ante la voracidad de la otra realidad de lo hedonista, de lo placentero, de lo impulsivo e inmediato, y se crean dos entidades estancas con valores opuestos destinadas a no comunicarse más entre sí. Es la puerta de la psicosis, probablemente lo único que le pueda dar una explicación a todo esto.
Vivir en una realidad amoral
Vivimos en una sociedad que enferma y nos arrastra al precipicio del todo o nada. Es en la adolescencia cuando se desencadenan nuestros mayores desórdenes, cuando aparecen los trastornos severos como la esquizofrenia, la psicosis, la depresión mayor, la neurosis… El exceso, el abuso del consumo de videojuegos y redes sociales en nuestro cerebro sirve de catalizador para la aparición de todos estos trastornos y forja una realidad amoral exclusivamente basada en doblegar a los demás con tal de mantener un principio de placer hedonista y socialmente peligroso.
Este joven no es más que la punta de un iceberg tan cruel como agresivo, la consecuencia de un estilo de vida nocivo e insano. Por eso, cuidemos a nuestros hijos y su salud mental, porque a los demás ni les interesa y ni saben cómo hacerlo. Protejamos la infancia como el bien más preciado del futuro adulto sano, maduro, prosocial y coherente.
«Saturno devorando a sus hijo», tan,
tan, tan…. Como «Caín buscando a Abel». ?
Yo no tengo el suficiente material informativo como para decir que este chico tenía una enfermedad mental, tenía una mala educación, y tampoco tengo información como para decir que la tecnología lo ha vuelto loco.
No tengo la suficiente información. Solo sé que ha matado a la familia.
Pero no se ha notificado en prensa ningún diagnóstico del asesino.
Ahora yo podría decir muchas cosas, que es por culpa de la mala educación que hay, que a lo mejor le ha dado un brote psicótico, u otras cosas… Pero no sé nada