«Por primera vez, en 200 años de nuestra República, me convertiré en la primera presidenta de México». Con este post en Instagram, en clave de género, anunció Claudia Sheinbaum su apabullante victoria, que duplicó los números de su principal contendiente. Que uno de los países más machistas del continente americano haya elegido presidenta entre dos mujeres ingenieras da cuenta del cambio histórico vivido
Sheinbaum, candidata del partido Morena y del popular mandatario Andrés Manuel López Obrador (AMLO), era la gran favorita para ganar las elecciones. Las cartas parecían estar echadas. Algo recordaba la elección de 2018, donde el izquierdista AMLO se mantuvo al frente de la intención de voto, al menos desde dos años antes de la cita electoral. Independientemente de lo que sucediera en la campaña, AMLO, como Sheinbaum ahora, siempre fue puntero durante la contienda.
La gran diferencia entre el escenario de 2024 y el de 2018 es que el cambio no es, en esta ocasión, una ambición masiva.
En aquel momento, los partidos políticos tradicionales mexicanos habían apostado al miedo a AMLO como mensaje principal, pero en un entorno de importante desprestigio del sistema, el mayor miedo del electorado en 2018 era a la continuidad.
Trasvase de popularidad del presidente a la candidata
Durante todo el período de gobierno, el presidente López Obrador gozó de una importante estabilidad en sus afectos populares, según la encuestadora Mitofski. A partir de esos altos niveles de popularidad, logró realizar un endoso total a su candidata, Sheinbaum, y a su partido, Morena.
Incluyendo a Sheinbaum, solo 10 mujeres han sido jefas de Estado en Latinoamérica, por la vía del voto popular. Varias de ellas lo han hecho a hombros de prominentes figuras masculinas que les endosaron sus votos. Hoy, Sheinbaum llega al poder con la popularidad de AMLO, tal como ocurrió antes con Dilma Rousseff en Brasil, victoriosa con el endoso de Lula, o quienes recibieron el endoso de sus maridos, como Violeta Chamorro en Nicaragua, la hondureña Xiomara Zelaya o la argentina Cristina Fernández de Kirchner.
La estrategia de campaña de Sheinbaum reconoció sin ambages que su fórmula era la de la continuidad de López Obrador. Así lo ratificó tras la victoria:
Será de ahora en adelante cuando veamos qué tanto se desprende Sheinbaum de esos hombros, o si su presidencia llevará el sello de tutelaje de AMLO.
México aprueba en igualdad política, pero suspende en económica
Pese a tratarse de un país donde el machismo es caricaturizado como parte de la cultura mexicana y que uno de cada cuatro mexicanos hombres piensa que pertenecer al género masculino es garantía de mejor desempeño político, México se posicionó respecto a la igualdad de género en un respetable lugar 33 de 146 países evaluados, de acuerdo al Global Gender Gap Report 2023 (GGG). Entre los países de América Latina y el Caribe, México ocupa la sexta posición de 22. En lo relativo a los accesos a la educación y la salud, prácticamente alcanza la paridad de género desde 2006.
Es en lo relativo al empoderamiento político (el tercero de los subíndices que mide la metodología del reporte) donde más se ha avanzado hacia la igualdad de género en el país. En 2023, México ocupó la posición 15 de 146 países evaluados, lo que representa un enorme salto adelante en los años recientes. Existen leyes de paridad en el Congreso con cuotas de género implementadas en 2014 que garantizan la participación y representación política.
El mayor reto al que se enfrentará a este respecto la nueva presidenta Sheinbaum es la igualdad de género en el ámbito económico. Según el GGG, el país está entre los últimos lugares globales de este subíndice. Mientras el 76% de los hombres participan en la fuerza laboral, apenas el 44% de las mujeres lo hacen. En términos de ingreso promedio e igualdad salarial, México figura entre las peores posiciones.
Dos retos para la nueva presidenta: seguridad y calidad democrática
Pero los retos existen en otros ámbitos. Mucho más allá del tema de género, la democracia y la gobernabilidad mexicana vienen aquejadas de problemas serios que Sheinbaum deberá enfrentar. El tema de seguridad es grave. La violencia campeó desatada durante la campaña, batiendo récords. La presión de programas sociales también lo es.
La calidad democrática, según datos V-DEM del índice de democracia liberal en México, llegó a su techo tras la alternancia del año 2000, durante el gobierno de Vicente Fox. Sin embargo, a partir de allí, el indicador ha venido mermando.
Este indicador se basa en el concepto de poliarquía de Robert Dahl, que pone énfasis en la importancia de proteger los derechos individuales y los de las minorías contra la tiranía del Estado y la tiranía de la mayoría.
El modelo liberal adopta una visión negativa del poder político en la medida en que valora más la calidad de la democracia si existen límites y contrapesos al Gobierno. Esto se logra mediante libertades civiles protegidas constitucionalmente, un Estado de derecho sólido, un poder judicial independiente y controles y equilibrios efectivos que, en conjunto, limitan el ejercicio del poder ejecutivo. Para que esto sea una medida de la democracia liberal, el índice también tiene en cuenta el nivel de democracia electoral.
La elección mexicana del año 2000 que hizo presidente a Vicente Fox, candidato del PAN, puede considerarse una elección crítica, pues acabó con 70 años de gobiernos ininterrumpidos del PRI. Fox ganó con un partido histórico y bien institucionalizado, pero su plataforma de campaña incluyó importantes innovaciones en términos de voluntariado y movilización que venían de fuera de la estructura partidista.
El primer presidente panista era un empresario y había presidido la división América Latina de Coca-Cola. Traía ideas distintas sobre las posibilidades de organización y mercadeo, tanto para la campaña como para el Gobierno. A partir de allí se hicieron reformas saludables en las instituciones democráticas y las electorales.
Sin embargo, el índice ha venido cayendo durante la gestión de López Obrador. Los esfuerzos presidenciales por hacer cambios en las instituciones electorales han activado las alertas. Durante su mandato, AMLO ha cuestionado la independencia del Instituto Nacional Electoral (INE), ha anunciado que desmantelará el INAI (órgano oficial de transparencia) antes de dejar la Presidencia y ha deslegitimado instancias judiciales, reconociendo su influencia directa ante ministros de la Suprema Corte.
A un paso de la mayoría calificada y las reformas constitucionales
El alcance de la victoria de Sheinbaum, de AMLO y, en general, de Morena es notable, no sólo en el capítulo presidencial. Quizás más impacto tiene lo que ello implica a nivel parlamentario. A falta del escrutinio definitivo, la alianza oficialista podría tener mayoría calificada, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, allanando el camino para cambiar la Constitución.
Los necesarios equilibrios están en juego. El sistema de pesos y contrapesos (balances del sistema democrático) en el Parlamento y en los Estados de la República se ha debilitado enormemente, lo que identifica claros peligros para la democracia mexicana.
La relativa estabilidad de los partidos políticos mexicanos durante el siglo XXI contrasta con la de otros de países latinoamericanos. A diferencia del resto de los países de la región, donde los nuevos partidos han proliferado a ritmo vertiginoso, sólo siete nuevos partidos han surgido en estas dos décadas en México y tres de ellos están vinculados a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador del año 2018.
Tres períodos después del ascenso al poder de Fox, la victoria de AMLO en 2018 mostró, en vivo y en directo, la implosión del sistema de partidos mexicano.
Debilidad de los partidos opositores
Es posible avizorar, dada la conducta institucional de López Obrador durante su presidencia, que el poder judicial y la autoridad electoral seguirán bajo presión, a niveles hasta ahora desconocidos. A esto deberá ponerle coto rápidamente Claudia Sheinbaum si quiere mostrar un talante democrático.
El problema de fondo en 2024 reside en la debilidad de los partidos políticos para hacer frente a estos nuevos tiempos que vendrán. Los perdedores electorales necesitan un análisis a fondo, con buena dosis de autocrítica, y una estrategia sólida para el futuro inmediato.
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