Este es el titulo de la conocida obra de Vicente Blasco Ibáñez publicada a principios del siglo pasado, en la que hace un fiel reflejo de una zona determinada de Valencia y nos relata la realidad social de esa zona y de las costumbres y vida de sus gentes
Pues bien, he querido utilizar el título de esa afamada novela para describir lo acontecido el día 3 de este mes de noviembre, precisamente en esa zona.
No recuerdo en nuestro país una devastación semejante. Como tampoco recuerdo ningún tipo de agresión e insultos a los Reyes, excepto en algunos reductos del territorio español y que todos conocemos.
No ahondaré en consideraciones acerca de la idoneidad de esa visita, pero la reacción de quienes han perdido a sus familiares, sus casas y su modo de vida era muy previsible.
Nada podría justificar esos insultos y agresiones, excepto la impotencia de ser parte del paisaje. Un paisaje tétrico y desolador con olor a cañas, barro, muerte y desolación.
No he visto en estos días a ningún político quitando barro. Las palabras no alimentan estómagos ni levantan tabiques.
Sí habría que poner en valor la estoicidad de los Reyes, que aguantaron el aluvión de improperios, empujones y lanzamiento de barro en sus caras y comparar su actitud con la de un presidente del Gobierno que, como una vulgar gallina, escapó del corral dejando a los demás a merced de lo que pudiese ocurrir.
Los sucesos de estos días darían para escribir hasta la extenuación. Vergonzante la actitud de un Gobierno inepto, ineficaz, mentiroso y falto de toda humanidad.
De tanto tirarse fango dialéctico en el Congreso, han recibido en sus rostros el fango real impregnado de muerte y desolación. El fango de la desgracia y de la impotencia.
Ahora sí saben de fango. Y es raro que no estén acostumbrados, ya que sus sesiones en el Congreso se parecen más a un lodazal que a otra cosa y es dónde estas llamadas señorías, al igual que algunos animales, se encuentran más a gusto. De esos animales a los que me refiero, dicen que se aprovecha todo. De estos políticos nada es sustantivo de apreciar.
Nuestro Congreso de los Diputados lleva mucho tiempo oliendo a ciénaga. Nos mienten, nos manejan. Nos entretienen con cortinas de humo o tinta de calamar para que no nos demos cuenta de que la máquina política nos va horadando poco a poco sin el menor pudor.
Si pudiéramos viajar en el tiempo, sería conveniente irnos al día de las últimas elecciones generales, sacar nuestra papeleta de las urna y meterle fuego. ¿Qué más nos podría pasar?
Alguien ha comentado que ha visto cómo los propios leones que presiden la fachada del Congreso vuelven la cara cuando estos políticos entran o salen. Notarán la podredumbre.
Valencia y España no merecen un Gobierno de tahúres y trileros.
Podredumbre política, inmoral, inepta, inútil y mentirosa.
«El pueblo sólo salva al pueblo», la única verdad en esta gran catástrofe humanitaria. La única respuesta a tanta crueldad e ineptitud política es una gran movilización social, ciudadana y pacífica en busca de un cambio político en esta España tan maltratada, empobrecida y abandonada.
#TodosSomosValencia 🖤
Muy bien por los reyes. Todo lo demás está dado la vuelta. El inepto, por dar un adjetivo que se pueda publicar, es el responsable de avisar a la población y procurarle una atención que requiere: el presidente de la Generalitat Valenciana. Incapaz también de reconocer la necesidad de pasarle la gestión al Gobierno Central pero con tanto ego que pretende ser un presidente de toda España poniendo a su servicio a muchos ministros sin que nadie le haya elegido. Y también dejó a los reyes solos después de refugiarse tras la (gran) espalda del rey. P. Sánchez fue retirado, aparentemente aturdido tras el golpe que recibió, por su equipo de seguridad.