Uno de los puntos de no retorno de la historia del llamado Imperio Español puede ser la decisión tomada por Felipe II de invadir Inglaterra en 1588 con la Armada Invencible para deponer a Isabel I, que había reinstaurado la reforma anglicana que inició su padre, Enrique VIII, y que estaba financiando los ataques de los corsarios ingleses a los navíos españoles que llegaban de América cargados de riquezas
El resultado fue, como es de sobra conocido, un fracaso, motivando que Inglaterra mantuviera su independencia y perdiendo España una oportunidad de hacer crecer una hegemonía que se fue al traste con las derrotas españolas en la Guerra de los Treinta Años y en la Guerra franco-española del siglo XVII y que se finiquitó tras la funesta (para España, claro) Guerra de Sucesión.
Es por ello que el desastre de la Grande y Felicísima Armada, que así era oficialmente conocida, para muchos marca el inicio del declive del poderío del Imperio Español que, en sus mejores años, vio una extensión territorial donde no se ponía nunca el sol: desde las Islas Carolinas en mitad del Pacífico hasta las costas de Nueva Galicia, en el estado de Jalisco del actual México, pasando por las Filipinas, el oeste de Ceilán, la ciudad africana de Mombasa, la Península Ibérica o la frondosa isla de Cuba.
Y ese desastre tiene diferentes culpables y diferentes sitios donde se fraguó esa hecatombe. Si unos señalan a Felipe II que, desde Madrid, insistió en que se realizara la invasión a pesar de las advertencias de que la Armada estaba mal pertrechada por parte de su almirante al mando, Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia, otros señalaban al propio almirante ya en el Canal de la Mancha, por ignorar el consejo de su segundo, el marino Juan Martínez de Recalde, de atacar a la flota inglesa, que estaba atrapada en Plymouth al tener la brisa en contra y la marea alta, y preferir esperar los refuerzos que llegaban desde Flandes, y unos cuantos miraban hacia la ciudad flamenca de Brujas para echar la culpa al duque de Parma, Alejandro Farnesio, por su demora en partir con los Tercios para apoyar a la Armada. Sin embargo, nadie pensó que la culpa podría encontrarse en la ciudad de Cádiz, con unos comerciantes neerlandeses como responsables.
Acontecimiento histórico
El acontecimiento histórico que se sucedió en la capital gaditana se enmarca dentro de la primera guerra anglo-española (ingleses y españoles se han enfrentado en casi una decena de guerras), en la que España entró por orden de Felipe II, harto de que los corsarios ingleses acosaran y limpiaran los barcos que llegaban cargados de riquezas de las Indias Occidentales y del apoyo que éstos prestaban a los neerlandeses, que andaban a la gresca con los Tercios españoles por conseguir su independencia.
Sin embargo no fue hasta que Sir Francis Drake, el famoso corsario al servicio de la reina Isabel, hiciese una tournée donde saqueó Vigo, Santiago de Cabo Verde, capturó y cobró rescate por Santo Domingo y Cartagena de Indias para luego terminar saqueando la ciudad de San Agustín en la Florida, que Felipe II decidiera tomar en serio las beligerancias con la pérfida Albión y ordenase construir una gran flota con el único objetivo de invadir Inglaterra y doblegarlo al yugo de los Habsburgo.
Y ese era el plan original hasta que ocurrió el acontecimiento que tiene a Cádiz y a su bahía como protagonista. Y es que, en esa zona (y en menor medida en el estuario del Tajo), concretamente en la ciudad de Lisboa, se estaba construyendo y armando la gran flota para realizar la invasión de tierras inglesas. Esta preparación se estaba llevando con la mayor celeridad posible para realizar un golpe contundente que decantara la guerra del lado español rápidamente y así centrarse en los otros frentes que tenía el vasto imperio de Felipe II.
Mientras que en Cádiz se afanaban por construir la flota más grande jamás vista, la reina Isabel de Inglaterra financiaba otra aventura de Francis Drake
Mientras que en Cádiz se afanaban por construir la flota más grande jamás vista, la reina Isabel de Inglaterra financiaba otra aventura de Francis Drake, amén de aportarle cuatro flamantes barcos de la Royal Navy, con el mismo objetivo que en la anterior incursión: hostigar posiciones defensivas españolas, interceptar sus suministros y saquear las riquezas encontradas en el proceso.
La nueva excursión de Drake tenía previsto saquear las Azores antes de poner rumbo a América cuando, a la altura de las costas gallegas, dos navíos neerlandeses que volvían a Middelburg, Zelanda, tras estar comerciando por el Mediterráneo, les chivaron que, en la Bahía de Cádiz, se estaba formando una gran flota de guerra que iría a reforzar otra que estaban haciendo en Lisboa. El famoso corsario inglés no lo dudó y puso la directa hacia tierras gaditanas.
Así, al atardecer del 29 de abril de 1587, la flota inglesa entró en la Bahía de Cádiz e inició su ataque sorpresivo, que pilló en el muelle gaditano a unas sesenta naos y a varios barcos más pequeños. Éstas últimas pudieron escapar a Puerto Real y a El Puerto de Santa María al abrigo de los grandes bancos de arena que las grandes naves no podían atravesar.
Para contrarrestar el ataque inglés, las galeras españolas salieron al encuentro de la flota invasora, pero, ante la superioridad británica, se tuvieron que retirar a la capital gaditana, donde, gracias a los puestos en tierra de artillería, se logró rechazar un intento de desembarco invasor en el actual barrio de Puntales.
Los combates duraron hasta el 1 de mayo, cuando los ingleses se retiraron victoriosos tras haber destruido entre 25 y 33 naves españolas además de capturar cuatro barcos cargados de provisiones y, como Drake no se había dado por satisfecho, puso rumbo a Lisboa para hacer estragos en la otra parte de la armada que se estaba construyendo.
Tras hundir todo barco, incluso pesqueros, que encontraba a su paso y arrasar varias localidades del Algarve, la flota inglesa llegó a Lisboa. Allí se encontraba el marqués de Santa Cruz, Álvaro de Bazán, supervisando la preparación de la flota, quien pudo hacer frente a la ofensiva inglesa y, tras un intercambio de artillería, los invasores volvieron por donde vinieron y dieron por finalizada su expedición y retornaron a Inglaterra no sin antes, a la altura de las Azores, capturar una carraca que venía de América cargada de riquezas.
Serias repercusiones
Las consecuencias de este viajecito por Cádiz del corsario Drake tuvieron serias repercusiones para el bando español, toda vez que las pérdidas económicas y materiales causadas provocaron que los planes de Felipe II de invadir de Inglaterra hubieran de ser pospuestos más de un año.
De hecho, no sería hasta agosto de 1588 cuando la Grande y Felicísima Armada estuviera lista para partir hacia Gran Bretaña, por lo que si unos neerlandeses no se hubieran ido de la lengua, el citado Álvaro de Bazán, experto marino que falleció en febrero de ese 1588, pudiera haber dirigido la Armada y hubiera logrado el éxito al no encontrarse con una tempestad que mermara el 20 por ciento de su flota. De esta manera, quizá en Londres habría hoy día tablaos flamencos y hubieran cambiado el fish and chips por los boquerones en adobo.
España perdió lo que no era suyo…
El reparto de las tierras de nuestro mundo ha sido el origen de todas las guerras, cuanto más crezcamos y cuanto más necesitemos, más aumentarán los conflictos en el mundo. Hoy en día se sigue haciendo uso de las propiedades de otro, lo que pasa que están legalizadas y se consiguen con dinero… Rusia compra cantidades de tierra inimaginable en países con problemas económicos… EEUU tiene así disposición medio mundo para obtener beneficio y también para enviar su basura radioactiva…
Se busca mano de obra en países subdesarrollados para explotación humana…
La humanidad no ha cambiado, sigue con los mismos roles
Un comentario tan simplista como estúpido que no merece comentario alguno.