Me comentaba mi hermana por teléfono la ironía de uno de los titulares del Telediario. A un autobús subían hombres a los que se reclutaba para la guerra de Rusia
Eran de mediana edad, sin ninguna pinta de soldados, algunos cercanos a la jubilación, entrando casi a rastras porque estaban obligados a hacerlo. Y debajo, el acertado titular: Ardor guerrero. No hay forma más clara de decirnos que los dictadores sólo manipulan y disfrazan la realidad a su antojo, haciendo infelices a su propia gente y obligándolos a morir sirviendo a unos intereses que no son los de los ciudadanos, sino los de una sólo, que se encuentra escondido y protegido, jugando a los soldaditos con las vidas de los demás.
Si a esos hombres les dieran una mínima oportunidad, no dudarían en huir del país. Y Putin quiere creer que todos morirían por la patria. No ha dudado en hacer otra pantomima, al anexionarse cuatro regiones ucranianas, tras unas elecciones de pacotilla.
Un macroconcierto en la Plaza Roja
Lo ha celebrado con un macroconcierto en la Plaza Roja, junto al cadáver de Lenin (tampoco fue su deseo ser allí enterrado) y dice que acoge a los de esas regiones como a hermanos (hermanos a la fuerza). Allí, con música y luces, se tapan otras historias, como la del chico ruso de 27 años que se suicida para evitar ir a la guerra o los soldados a los que engañaron haciéndoles creer que iban sólo a hacer maniobras.
Del otro lado, el cantante ucraniano Andriy Khlyvnyuk, decidió, por su propia voluntad, abandonar su gira de conciertos en Estados Unidos y alistarse en la guerra.
Con su fusil al hombro, cantó en Kiev una antigua canción de la Primera Guerra Mundial que ha acabado convirtiéndose en un símbolo de resistencia de los ucranianos. «Se desvanecerán nuestros enemigos como rocío bajo el sol», dice el himno de Ucrania, pero lo cierto es que no hay nada de poético en la guerra, sólo pueblos y vidas destrozadas… Y un conflicto que parece no tener fin…
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