quijote

Jonathan Pryce se cree don Quijote en la película de Terry Gilliam 'El hombre que mató a don Quijote' (2018).

Cultura, Opinión, Política

A toda carrera, templanza

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Nos obligan, con sutileza  y descaro, a correr hacia el espejismo del futuro, incierto consumo y cierra España. Pero aquellos que todavía nos consideramos más o menos sensatos tenemos que tirar del freno de mano exclamando: «Alto, miremos hacia atrás, porque, si perdemos totalmente el sentido de la memoria y el valor cotidiano e intelectual del ayer y del pasado, nos pueden, ellos, los manipuladores, desde la oscura caverna del olvido». Ese es el objetivo constante de ellos, el nuestro es no seguirlos como ovejas de piara, sino como personas no alienadas, críticos y nostálgicos descubridores de la manipulación orquestada

La nostalgia sentida en los adentros se presta como palanca objetiva del mejor pedalear para hacer comparaciones por sí mismos, con nuestro compromiso de analizar la enfermedad de la desfiguración social y cultural, incluso en las canciones y melodías del ayer, de nuevo creciendo como arma necesaria para la defensa de nuestro propia supervivencia.

El freno de mano bien sujeto nos permite advertirnos a nosotros mismos. Actos que nos liquidan, que van a por todas lograr oficializar la mentira total, la ocultación de que la poesía es la madre de la filosofía, aunque Platón en su República pretenda expulsarla del espacio que ocupa la cultura en el vivir diario, sobrecargado de trampas y el corre, corre, sin mirar hacia otras. Leamos con calma los versos de Jorge Manrique a la muerte de su padre, en aquello de:

El alma dormida, / avive el seso y despierte
Contemplando
Cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte
Tan callando;
Cuán presto se va el placer; / cómo después de acordado da dolor;
Cómo a nuestro parecer / cualquiera tiempo pasado fue mejor.

Ahí aquello de que en cualquier tiempo pasado fue mejor explotado y manipulado como, por ejemplo: «España ha dejado de ser católica», achacado a don Manuel Azaña. El 13 de octubre de 1931, Manuel Azaña pronunció un discurso en las Cortes donde planteaba dar solución «a la implantación del laicismo de Estado con todas sus inevitables consecuencias», dejando claro que se trataba socialmente de su separación de lo religioso y lo estatal.

Y tenemos otra alusión, que es la de don Quijote a su escudero, sí, cuando le advierte en la oscuridad de la noche que tenga cuidado porque han tropezado con la iglesia. «Con la iglesia hemos dado, Sancho«. Lo que demuestra que, realmente, don Quijote dice «dado» y no «topado», que es una palabra mucho más contundente. Además, se refiere a una iglesia como edificio y no a la Iglesia como institución. En el texto, la palabra «iglesia» no está en mayúsculas.

En la actualidad, diariamente y sin pudor alguno, la realidad social y cultural se la somonte, ellos, a la total demagogia de la mentira sin ningún complejo ni edículo. Se trata del desafío total, la batalla con todas las consecuencias enarbolando el oficio de falsa democracia, de llegar al poder.

Luego no podemos estar en una sumisa piara de borregos. Pensemos por nosotros mismos, acudamos a la vedad como arma, no solamente para defendernos a nosotros mismos, sino -más importante y urgente- a aquellos que pueden caer en la trampa de la gran mentira, cuyo triunfo sería retroceder en el tiempo y llevar la historia a la desaparición de la demora y las libertades que, pese a todo, aún pueden ser la mejor defensa sobre volver a una larga noche de piedra. Pese a Manrique, Azaña y Cervantes.


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