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velorio maradona

Una imagen del accidentado velatorio de Maradona.

Opinión, Salud

¿Qué tiene que ver Maradona con la vacuna de Pfizer?

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Diego Maradona murió el 25 de noviembre de 2020. Fecha, como poco, paradójica si se considera su vida fuera de las canchas de fútbol. Su funeral, seguramente el más concurrido del año, constituye una excepción que le hace juego con otras muchas que caracterizan su trayectoria

Dicen que hubo un millón de personas. Lo velaron en la Casa Rosada, la sede presidencial en Argentina. Millones de personas vieron las imágenes por televisión y en la prensa. Para todo el mundo, literal, ha quedado claro que lo de la distancia social y la mascarilla no fueron parte de los protocolos mayoritarios.

Pero lo de Pfizer ¿qué tiene que ver? Acaso, post mortem ¿salió a la luz un nuevo escándalo? No, al menos no directamente. Y no es porque a Maradona, o a Pfizer, les falten escándalos. Basta una mirada rápida a la prensa reciente para encontrar desde dudas sobre la atención médica en las ultimas horas de vida del futbolista o millonarios reportes de multas por fraude y sobornos tanto a Pfizer como a otros laboratorios farmacéuticos involucrados en la cruzada para la vacuna anticovid.

Ahora bien, volvamos a lo de los protocolos para la aglomeración. Porque fue una aglomeración en toda regla. Una súper aglomeración. De hecho, luego de que circularan las imágenes del funeral, la insistencia en los riesgos de las aglomeraciones de la calle Larios, para ver el alumbrado de Navidad en Málaga, o en el centro de Madrid, parecen disminuir en intensidad. Porque ¿cómo se puede intentar asustar con unas miles de personas con mascarilla y a más de medio metro de distancia después de televisar a cientos de miles sin camiseta, subidos a las rejas de un
recinto presidencial o avanzando en tropel por la mítica Plaza de Mayo, en Buenos Aires?

Quizás haya quien piensa que, en Argentina, están cayendo como moscas. Al final y al cabo, si no es así ¿cómo justificar que en España está prohibido que en las cenas de Navidad haya más de 10 personas y que los autodenominados “mejores científicos a nivel mundial” recomienden que ni siquiera se acerquen los vasos para brindar?

Al momento de escribir este artículo han pasado varios días de la multitudinaria despedida a Maradona. Y, aunque la carga viral es máxima sobre los 5 días, en la detección de casos covid-19 positivos, en Argentina, se mantiene la tendencia previa. Igual que en las hospitalizaciones. Igual que en las muertes. ¿Eso quiere decir que no hubo contagios? Por supuesto que no. Eso puede querer decir que no hubo un esfuerzo de la administración pública en hacer test a personas sin síntomas y generar falsos positivos. O tal vez, aunque muy improbable, indique que en Argentina se usa un umbral de corte para las pruebas diagnósticas RT-PCR más ajustado al interés de detectar como positivas personas con virus viable, que en Europa. Lo que parece evidente es que un millón de personas juntas no supone ningún peligro de salud más grave que la congregación junto a los barrabravas.

¿Y Pfizer? Pfizer, junto con Moderna, AstraZeneca y otros grandes laboratorios farmacéuticos están desarrollando vacunas para la covid. Para ello están haciendo ensayos que muestran que la frecuencia de contagios entre las personas que no reciben ninguna vacuna es menor al 1% y que el riesgo de sufrir un caso grave es bajísimo (0,05%). Esa es una muy buena noticia, incluso podría ser mucho mejor que la relativa a la tan publicitada eficacia. El hecho de que sólo se hayan destacado los beneficios que cotizan en bolsa no parece coherente con la perspectiva del cuidado de la salud pública que se esgrime para otorgar excepciones a los protocolos de seguridad de las agencias de medicamentos. Dichas excepciones podrían resultar en que medicamentos, como las vacunas de Pfizer, Moderna o AstraZéneca, para los que se esperan efectos positivos que perduren al menos un año, paradójicamente, se apliquen masivamente con apenas dos meses de seguimiento clínico de efectos adversos. Una especie de agravio comparativo riesgo-beneficio con consecuencias impredecibles a escala global.

Baja letalidad

Si nos remontamos a febrero de 2020, cuando se creía que la letalidad de la COVID19 podía ser superior al 15%, quizás relajar los requisitos de seguridad hubiera podido implicar más beneficios que riesgos. Pero, actualmente, sabemos que la letalidad ronda el 0,05% para menores de 70 años y que está por debajo del 0,57% para la población en general. Adicionalmente, algo tan obvio como olvidado por muchos alarmistas, es que para morir de covid-19 primero habría que infectarse. Con lo cual el riesgo de morir sería mucho menor, cercano al 0,002% exceptuando ancianos y población vulnerable.

Ahí es donde entra una vez más, quizás la última, la mano de D10S. Porque los números pueden ser difíciles de comprender en el marco del alarmismo mediático permanente. En cambio, el velorio de Maradona, coincidiendo con los ensayos de Pfizer, muestra lo evidente: contagiarse es mucho más difícil y menos letal de lo que se creía en marzo de 2020.

Y si contagiarse es tan difícil y morir de covid-19 tan poco probable, considerar de manera transparente, científica y democrática el balance entre riesgos y beneficios de las medidas en curso (incluidas las eventuales vacunas) es cada vez más urgente e indispensable. Especialmente en España, donde la gestión sanitaria ha logrado unir las medidas más restrictivas, con los peores desempeños en términos de indicadores sanitarios y económicos.


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