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Cientos de agricultores y ganaderos cortan las principales calles de acceso a la capital malagueña en una imagen de archivo. / EP

Agricultura, Opinión

Protestas de agricultores y camioneros, un ejemplo a seguir

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Protestas de camioneros, de agricultores… ¿A quién no le caen bien estos tipos que ayudan a algo tan importante como que podamos comer tres veces o más al día?

Yo no soy camionero ni tengo ningún familiar ni conocido que lo sea, pero recuerdo que, hace un par de años, me topé con la huelga de camioneros y, sin tener en cuenta las molestias que me causaron, a mí me caían bien y empatizaba bastante con ellos. Es normal, todos los ciudadanos sufrimos la subida de los carburantes y la energía, la asfixiante burocracia, las barbaridades que en ocasiones se ven y las tonterías con las que intentan entretenernos y, de paso, distraernos con algunos medios de comunicación. Lo menos que podemos hacer es empatizar.

Si me pongo en plan abuelo batallitas, también recuerdo la huelga de camioneros de 2008, en la que todos vimos las estanterías vacías de los supermercados, especialmente en los productos frescos. Entonces yo era estudiante y estaba en plenos exámenes. Me llevaba las patatas de la huerta de mis padres para cocinar en mi piso de estudiantes. Aquellos días tuve que dejarles a mis compañeros de piso patatas porque no había productos frescos para comprar, tuvieses el dinero que tuvieses en la cartera. Esto es una anécdota, una tontería, una ayuda entre compañeros de piso, qué menos, pero a los que lo hemos visto y lo recordamos, debería de darnos una idea del desastre que se puede montar en nuestra sociedad si un día, al ir al supermercado, nos encontramos con las estanterías vacías.

La sana costumbre de comer varias veces al día

Y es que los seres humanos tenemos la sana costumbre de comer, y varias veces al día. Para eso estamos los agricultores y ganaderos, para producir alimentos para la sociedad; la industria agroalimentaria, para transformar esos alimentos si es necesario; los camioneros, para transportar los alimentos de las zonas donde se producen a las zonas donde se consumen; y también la distribución de dichos alimentos, que permite que puedas comprarlos cerca de tu hogar cuándo y en la cantidad que desees. Pues bien, todos estos eslabones de la cadena agroalimentaria reciben el menosprecio, desatención, sobrerregulación, burocracia excesiva o incluso ataques gratuitos por parte de una panda de pirómanos que, en ocasiones, llamamos políticos, que imagino que no son conscientes de la que se puede liar si algún día hubiese algún desabastecimiento serio de estos productos básicos.

Ahora nuestro sector primario y nuestros camioneros vuelven a movilizarse para reclamar algo de atención o, como mínimo, que no se les maltrate como se ha hecho hasta ahora. Además, esa organización la están haciendo por su cuenta, entendiendo que ni los partidos políticos ni las asociaciones agrarias subvencionadas (y por tanto integradas y dependientes del estado) van a mover un dedo para ayudarles. Puede que, como ciudadano ajeno a estas protestas, tengas molestias, pero si eso ocurre, recuerda las estanterías vacías de tus supermercados habituales en 2008: no se podían comprar ciertos alimentos, ni con todo el oro del mundo, porque no estaban disponibles. Si se te ocurre una crisis más horrible (guerras y exterminios aparte), cuéntanoslo, porque yo no alcanzo a imaginarlo.

La simplificación de la PAC

Como agricultor, aunque sólo en parte de mi tiempo libre, también tengo algún consejo para mis compañeros. Lo primero debemos tener clarísimo es lo que queremos pedir, por ejemplo, simplificar la Política Agraria Común (PAC), o tener verdadera representación en nuestras instituciones nacionales y europeas, lo cual nos permitiría al menos tener voz y voto para oponernos a las barrabasadas que sufrimos actualmente. Como ejemplo, véase la prohibición continua de productos fitosanitarios que no podemos usar. Sin embargo, sí que podemos importar productos agrarios de países en los que se usan otros productos mucho más peligrosos que aquí llevan prohibidos más de 50 años.

Lo segundo es que se necesita uno o unos pocos interlocutores válidos que organicen, representen (de verdad) y den sentido a las protestas. En caso contrario, va a ser muy difícil que podamos transmitir nuestro mensaje correctamente y que este mensaje provoque la ansiada simplicidad administrativa. Lo tercero y más importante es que protestar es muy necesario, pero siempre debe hacerse de forma pacífica y sin causar destrozos, entre otras cosas porque imágenes al estilo francés echando purines y estiércol en edificios públicos o destrozando mobiliario urbano sólo van a hacer que el resto de los ciudadanos rechacen nuestras protestas y que el coste de arreglar todo aquello que se rompa o ensucie lo vamos a pagar nosotros mismos de forma directa o indirecta.


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