Pedro Sánchez se ha convertido en el prototipo moderno de los políticos charlatanes, de los que hablan durante horas sin decir nada sustancioso, de los que cultivan la forma más que el fondo, de los que creen que gobernar consiste en engañar y dominar a los pueblos con la palabra
En la reciente moción de censura del profesor Tamames, Sánchez habló durante una hora y 40 minutos sin responder a una sola de las cuestiones planteadas por el candidato de la moción, todo un récord de charlatanería barata al servicio del poder. Los charlatanes son una plaga y constituyen el mayor vicio de la política del presente.
Para que los charlatanes triunfen en política se necesita un pueblo previamente degradado y aborregado con mentiras, miedo, desinformación y falsas promesas. Con un pueblo capaz de pensar y discernir, los charlatanes no tendrían cabida en la política y tendrían que dedicarse a lo que hacían antes de la degeneración de la política: entretener a la gente en los mercados y plazas con sus cuentos, fábulas y monólogos.
Pero la política ha caído tan bajo y se ha degenerado tanto que los charlatanes se han convertido en líderes, infectando la sociedad con sus mentiras, estafas y frivolidades.
La charlatanería ha progresado tanto en España, manejada por políticos corruptos, tanto de izquierdas como de derechas, que tiene ya sus reglas y recetas:
La fórmula Garrudo
El catedrático sevillano y profesor Francisco Garrudo, experto en Filología y Semántica, describe así la receta española para ser charlatán de éxito: «Mézclese cuarto y mitad de me voy a dejar la piel con unas cucharaditas de como no puede ser de otra manera; añádase una pizca de de aquellos lodos estos barros y sazónese a placer con progresismo y con un poquito de tonterías de todos y todas, andaluces y andaluzas, ciudadanos y ciudadanas, etcétera y etcétero, y ya tiene usted una sosa berza del 90% del discurserío político de este país…».
El discurso de nuestros políticos en campaña o en sede parlamentaria carece de calidad y cada día es más frívolo, vacío y previsible. Ellos saben donde meter la consigna del día, la píldora informativa o el ataque al adversario para los titulares de los medios de comunicación.
El libro Posverdad (Alianza), del periodista británico Matthew D’Ancona, muy bueno y muy breve, explica con precisión de cirujano «cómo ha ido decayendo el valor de la verdad como moneda de reserva de la sociedad y el contagio epidémico de un pernicioso relativismo disfrazado de legítimo escepticismo«. Es una descripción precisa de lo que nos está pasando.
El contenido de Posverdad ayuda a navegar por una época de escaso liderazgo real, políticos estafadores y de engaños masivos, en la que el valor de la verdad como divisa de la sociedad ha ido decayendo y cuyas consecuencias más visibles hasta ahora son, entre otras, el Brexit, la victoria presidencial de Donald Trump, la negación del cambio climático, la demonización de los inmigrantes y, sobre todo, la perversión del liderazgo político y el asesinato de la democracia.
Pedro Sánchez, cuentista de frivolidad y temeraria corrupción antidemocrática, podría escribir un segundo volumen sobre la posverdad como biblia de la política moderna.
La víctima de toda esta basura de la posverdad y la manipulación mafiosa y corrupta del discurso político es, una vez más, el pueblo, maltratado y vapuleado por la que probablemente es la peor casta de políticos de la Historia.
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