Javier Ruiz es periodista y colabora como analista en el programa ‘Cuatro al día’ y en otros espacios del grupo de comunicación Mediaset
En marzo de 2015 tomó las riendas de Las Mañanas de Cuatro, un programa de actualidad con formato idéntico al de Al Rojo Vivo en La Sexta, dirigido por A. García Ferreras. Tres años más tarde, en junio del 2018, Mediaset decidía acabar con el programa de Javier Ruiz en pleno apogeo de audiencia y siendo -a mi juicio- el mejor programa en su género del momento por rehuir del sensacionalismo personalista de su competencia en La Sexta. Inexplicablemente, Mediaset decidía acabar con un programa líder, ejemplar y serio al que reemplazaba por Mujeres, hombres y viceversa. Chúpate esa.
Recientemente entré en contacto con Javier Ruiz para proponerle una entrevista con la que, le comentaba, me gustaría acercar la realidad de los profesionales de los grandes medios a la gente de a pie, aun asumiendo que no quisiese exponerse demasiado para no comprometer su futuro profesional. Antes que periodista, Javier Ruiz es una persona y, como tal, necesita comer. Esto es evidente y no creo que sea pecado.
Para mi sorpresa, esa misma mañana me respondía accediendo a mi propuesta y servidor, eufórico, le ofrecía varias fechas y formatos para abordar los temas por los que le quería preguntar. Lamentablemente, ya no volví a tener ninguna respuesta por su parte.
Una pena, porque me habría gustado preguntarle por el final de su excelente programa Las Mañanas de Cuatro, preguntarle si conocía los motivos, si había oído los rumores que apuntaban a un favor de Mediaset al por entonces presidente del gobierno Mariano Rajoy y sus secuaces, preguntarle sobre la opinión que estos rumores le merecían… Me habría gustado preguntar a Javier Ruiz por el proceso de selección de sus colaboradores y analistas, si los medios a los que pertenecen pagaban en cash para que sus analistas estuviesen en antena y así tener cierta publicidad, si el pago se producía mediante otro tipo de favores entre medios… O si simplemente era algo que quedaba al exclusivo criterio del director del programa, una decisión con carácter estrictamente informativo.
Me habría gustado preguntarle si, en la actualidad, a un profesional de la información le resulta posible hacer carrera sin significarse políticamente de una manera clara, sin optar por alguno de los bandos del espectro izquierda-derecha. Y al hilo le habría preguntado si, a su juicio, para ocupar un espacio en el mapamundi mediático actual es más importante la meritocracia o las aptitudes para el networking: conocer a las personas correctas en el momento correcto (el enchufismo de toda la vida, vamos).
Le habría planteado también, dado que la presencia mediática está copada por dos grandes grupos como Atresmedia y Mediaset (la televisión pública, claramente politizada, y con Prisa también por ahí, en un segundo plano), con una oferta muy similar dirigida a los dos supuestos polos ideológicos de la sociedad (Telecinco-Cuatro vs. Antena 3-La Sexta), pero siempre al servicio de un mismo patrón, el capital privado, si tendría sentido continuar hablando hoy día de derecha y de izquierda. O dicho de otro modo, en el caso de que aún se pudiese hablar en la actualidad de una ideología de izquierdas, le habría preguntado si no sería absurdo intentar encontrar esta ideología en medios de comunicación que obedecen a la ley del beneficio máximo. Si Cuatro y La Sexta rinden cuentas a Mediaset y Atresmedia, ¿realmente están al servicio de la población -supuestamente- de izquierdas o simplemente son cadenas necesarias para gestionar este sector de la población desde el capital?
Me hubiese gustado conocer su opinión sobre las personas de primera línea que acudían a su programa. Saber si, a título personal, cuando hablaba con los líderes de nuestros principales partidos, sindicatos y demás actores sociales, tenía la sensación de estar hablando con grandes estadistas e ideólogos o, si por el contrario, sentía que estaba ante personas con un apuradísimo sentido del olfato y del oportunismo, dialéctica laxa y principios volátiles, con la supremacía individual como último objetivo. Y sobre cómo esto estaría relacionado con la nefasta gestión de situaciones de crisis en general, y de la que nos arrasa ahora en particular. Habría resultado imposible no preguntarle su opinión sobre la gestión de la pandemia.
«Hay una guerra ahí fuera»
Tampoco hubiera podido resistirme a preguntarle si recordaba las siguientes palabras: “Les garantizo: hay una guerra ahí fuera. Hay una guerra entre los hechos y las consignas. Entre la información y la propaganda. Entre los datos y las mentiras”. Eran palabras que él mismo pronunciaba en su último programa de Las Mañanas de Cuatro. Ponían la piel de gallina. Le habría preguntado cómo ve esa guerra hoy, a dos años vista.
También le hubiera recordado una de las frases que aparecieron en ese último programa: “Las naciones prosperan o decaen simultáneamente con su prensa”, de un tal Joseph Pulitzer… Le habría preguntado cómo cree que el binomio mediático formado por Mediaset y Atresmedia contribuye a esa decadencia, extirpando profesionales excepcionales y programas magníficos como lo eran él y Las Mañanas de la Cuatro, sometiendo el periodismo y a los periodistas a la voluntad de ejecutivos con boqueras, de los que en los bares de alterne conocen por su nombre de pila. Le habría preguntado si el cuarto poder está ya a la altura de los otros tres, es decir, por los suelos; le habría preguntado por las luces y sombras entre los bastidores de los grandes medios, por su visión del futuro de nuestra sociedad a corto y medio plazo, por los extremismos…
Pero no pudo ser. Y no por ello Javier Ruiz deja de ser el excelente profesional que es. El pasado viernes lo volví a ver en un directo para uno de los canales de su grupo y me continuó resultando un periodista brillante. Pero no como siempre. No, porque de su expresión se ha borrado el optimismo que irradiaba dirigiendo Las Mañanas de la Cuatro. Su sonrisa parece rasgada por un cierto desencanto, quizás el de saber que hacer un trabajo excelente no es lo más importante en su medio y que, de hecho, a menudo es penalizado. El desencanto de saber ya de antemano que, probablemente, todas las preguntas que yo quería hacerle no son más que preguntas retóricas, afirmaciones tácitas, y nada puede cambiar esto en un país que decide arrastrarse ante la falta de luces de orcos con traje y corbata.
Cuántos más como Javier Ruiz serán penalizados por ser brillantes, no solo en los medios de comunicación sino también en el resto de sectores, para ya no hablar en los partidos políticos, con frecuencia al servicio de dirigentes ineptos y obtusos. En nuestra sociedad supuestamente libre todos sabemos, también Javier Ruiz, que quien se atreve a denunciar esta realidad está también sujeto a perder su trabajo. Una dinámica heredada de la dictadura y que perdura hasta nuestros días. O si no, que le pregunten al mítico José Antonio Abellán. ¿Nuestra prensa es, realmente, libre? No lo creo. ¿Los ciudadanos, con medios informativos sesgados, somos libres? Tampoco me parece que eso sea posible.
excelente articulo
Me repito con Antonia Campos:
Un excelente artículo, la pena es que no lo lean muchas mas personas.