Me alegro mucho por ti. Siempre les he deseado lo mejor a las mujeres guapas de cara. Ese momento de felicidad efímera al cruzarme con cualquiera de ellas, que ha justificado el levantarme de la cama como no lo ha hecho ninguna otra cosa. El trabajo es una esclavitud y la belleza, la llave que abre todas las esposas el tiempo suficiente como para olvidar, durante ese segundo eterno, el resto del tiempo
Inés Arrimadas cuando escribo esto, 1 de junio de 2023, ha dicho públicamente que abandona la actividad política. Su conciencia se lo agradecerá, harta de permanecer oculta, y su alma podrá, por fin, tomar aire y salir a la superficie y ver desde sus morenos ojos jerezanos cómo está el mundo. Han sido muchos años en el subsuelo, tantos que sus memorias también las podría escribir Dostoievski.
No sé si las guapas los conceptos de éxito y fracaso entran en vuestro vocabulario particular, o si sólo pertenecen al resto de seres mortales de los que nunca escribiría Stendhal. Pero tú eres una guapa peculiar, por lo menos para mí. No cumplías el tópico de guapa y por tanto tonta, y eso que lo pusiste fácil al meterte en la política. Se te veía una mujer preparada y con principios, otros valores que vuelven a ser incompatibles con querer pertenecer a un partido político, pero quisiste llevar a cabo el más difícil todavía e intentarlo.
Yo no te voté nunca. Uno entiende la nobleza baturra de esta manera, es decir, una en la que el cachirulo sólo se quita de la cabeza si uno se encuentra con un espécimen de la clase política y compartir esos valores nobles, sin dobleces, y anudárselo fuertemente al cuello, hasta que los hagan suyos. El problema es que no consiguen entrar en ellos, y entonces sí que son necesarias las dobleces al nudo del cachirulo hasta estrangularlos (los principios con los que venían del averno).
No te voté y eso que me gustas. En Cataluña, porque vivía en Madrid. En las elecciones generales, porque vivía en Madrid y preferí hacer otras cosas más útiles, todas. Que ganases a los nacionalistas elevó tu belleza hasta ponerla a la altura de las palabras libertad, igualdad, armonía. Fuiste la más votada en Cataluña siendo una charnega. Una andaluza a la que, cuando más le daba su sol, más se oscurecía su melena. Dejaste la luz amarilla de los limoneros andaluces por un firmamento de esteladas marchitas, apagadas, una realidad abanderada por una mentira de la que sólo se benefician los que saben que lo es. En las generales no te voté porque no lo hago con nadie y en tu caso además porque ese marrón se lo tienen que comer esos hombres feos y malos, o en el caso femenino mujeres como Isabel Ayuso, cuya belleza posible se emborrona ante su perversidad.
Los limoneros andaluces que plantaban tus ojos fueron sustituidos más tarde por naranjos agrios cuyo zumo sabía a fango y tubería oxidada. Tu media naranja política, y nunca mejor dicho, te daba la oportunidad de liderar Ciudadanos en Cataluña, mientras él se marchaba a Madrid a buscar su tumba política. Hay una frase que colgaba de los edificios madrileños durante la guerra civil y era que Madrid será la tumba del fascismo. ¿Y cómo suelen ser las formas de los líderes de los distintos partidos políticos? No hay más preguntas, señoría.
Mientras Rivera quiso pasear su ego por nuevos parajes, tú, mi querida Inés, te enfrentaste con valentía a los más fascistas de todos, los partidos nacionalistas de toda condición, ya sean periféricos o de regiones o de países ya establecidos. Para que ustedes lo entiendan, tan vergonzosos son los valores de Esquerra Republicana, PNV y Bildu entre otros, como los de VOX. Valores supremacistas en todas sus vertientes posibles por el simple hecho de haber nacido en un lugar concreto. No se me ocurre razón mejor para llamar a alguien gilipollas. Pues fuiste tú, mi Inés, y les ganaste desde la fuerza de tus ideas inquebrantables.
Fue un sueño que duró poco tiempo, pues ya se sabe que la belleza siempre es efímera cuando no se la toma en serio. La belleza nunca es frívola, y quien así la trata o acusa, está demostrando su complejo de inferioridad ante ella. La belleza se disfruta, se contempla, sabiendo que puede querer ser observada un segundo o la vida entera, pero que nunca te lo dirá. Debes ser tú quien, con tu sensibilidad, sepas cuando empiezas a molestar e irte con tus fealdades a otras partes.
Pero ahora vuelves a vivir, querida Inés. Tu inteligencia y tus principios podrás emplearlos en cosas dónde sí se sabrán valorar. Esta partitocracia que sufrimos no era el lugar donde debías estar y al fin te has dado cuenta. Y para salir de semejante agujero negro nunca es tarde. Te has quitado para siempre ese color ganchito que se adhería a tu piel, y dejando tus dedos pintores manchados de los restos pringosos que dejó Albert Rivera al abandonar el barco. Esa sustancia pegajosa que te hacía sonrisa de conejo tras una sobredosis de zanahorias.
La alegría siempre vuelve. Siempre estuvo deseosa de que tú la dejarás salir. En ti brilla de manera especial. La alegría maltratada goza de su condición como no lo hace la regalada. Y es un pecado que no la dejes acercarse a esa cara guapa. Disfruta, que lo haremos todos. Eres un poco más libre. Y nosotros también.
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