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Tiny, una de las protagonistas del documental 'Streetwise', posa embarazada en 1985. / MARY ELLEN MARK

Cultura, Opinión, Sociedad

Flores en el fango

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No solo es que tengan una vida como para escribir un libro, además tienen el mérito de escribirlo. Son dos personas muy diferentes: ella, Jeannette Walls, una guapa pelirroja de amplia sonrisa, exitosa periodista americana, que ahora tiene 61 años. Él, Douglas Stuart, un brillante diseñador escocés de 45 años. Casi 16 años los separan, pero ambos han tenido vivencias increíbles

Douglas vivió en Glasgow, considerada por algunos la ciudad más enferma de Reino Unido por el llamado ahora efecto Glasgow: la expectativa de vida de sus habitantes, es de 65 años. Esto se debe a que las principales causas de muerte prematura son drogas, alcohol, suicidio y violencia. En los años 80, durante el gobierno de Margaret Thatcher, con la desindustrialización, muchas personas que vivían del trabajo en fábricas y astilleros, se quedan en paro de la noche a la mañana. Los hombres se sienten perdidos y heridos en su orgullo. Las familias viven hacinadas en casas insalubres y con pocas habitaciones. Y esto dificulta la convivencia.

Ellos, encuentran una vía de escape en el pub, donde se entretienen con el fútbol, se emborrachan y se gastan el dinero de las ayudas. Ellas hacen malabarismos con lo poco que logran sacarle a sus maridos, y algunas, como la madre de Douglas, desesperadas, caen en el alcoholismo. El cine nos ha presentado esa situación y esos ambientes en películas como Full Monty (llevado al terreno del humor, ambientada en Sheffield, al Norte de Inglaterra) o Billy Elliot (la acción transcurre en Durham). En ese ambiente gris, con un padre que los abandona, y su madre, que muere cuando él tiene 16 años, transcurre parte de su vida.

Él se pone a estudiar textiles, cuando en realidad quiso estudiar literatura inglesa. Un profesor lo desanimó, porque pensó que no tenía una formación sólida, y comienza la carrera de diseño. A los 24 años, se va a Nueva York donde trabaja para grandes marcas como Calvin Klein y Ralph Lauren. A los 32 ya es un prestigioso diseñador, pero decide escribir su historia. Tras ser rechazado por muchas editoriales, logra publicar Historia de Shuggie Bain. Shuggie es en realidad el alter ego de Douglas y la ciudad de Glasgow, es un personaje más en la novela. En un ambiente rudo, masculino, vive Shuggie, un niño diferente a los demás, algo afeminado, a quien no le gusta el fútbol. Por esos motivos, sufre bullying. Su única esperanza es ayudar a su madre, y que ésta se cure. Siente por ella un amor incondicional, nunca la juzga y asume responsabilidades que no le corresponden a su edad. Llega un momento en que las vidas de Douglas y Shuggie, autor y personaje, siguen distintos caminos. No sabemos qué pasará con Shuggie, aunque podemos imaginarlo. Douglas escapó a su triste destino. En 2020 le otorgan el prestigioso Premio Booker: es la segunda vez que un escocés gana este premio en sus 51 años de historia. Su obra es comparada con Las cenizas de Ángela.

‘Streetwise’, la dura supervivencia en Seattle

Buscando fotos de Glasgow, Google también me muestra en los resultados fotos de Seattle de la misma época y con la misma problemática, pero esta vez nos encontramos en EEUU y en la era Reagan. Esta ciudad, sin embargo, se consideraba que tenía buena calidad de vida, pero también había grietas detrás de la brillante fachada. Una de las fotos corresponde al documental Streetwise de 1984. Está en blanco y negro y la retratada es una niña delgada, muy guapa y casi elegante. Lleva un disfraz de viuda, con un velo de tul cayendo sobre sus ojos, que parecen haberlo visto todo. El documental estuvo nominado a los Óscar.

En Streetwise se habla de la vida de nueve niños, que luchaban por sobrevivir en Seattle. Algunos, como Tiny, se dedican a la prostitución, otros, a robar o comen de la basura de los contenedores. Se parte el corazón al saber el desamparo en el que viven todos ellos. La madre de Tiny, alcohólica define la ocupación de su hija como «una fase», sin darle mayor importancia. Casi todos acaban mal: una chica estrangulada por un violador, otro apuñalado en una reyerta. Uno de los niños se ahorcó por no aguantar esa forma de vivir y Tiny acaba con sobrepeso, con 10 hijos de distintos hombres y varias adicciones. Tuvo la oportunidad de cambiar de vida, pero ya se sentía condenada a su destino, a repetir los errores de su madre… como en una rueda. Todos ellos fueron como flores que se marchitaron demasiado pronto…

Una historia más esperanzadora es la de Jeannette Walls, la periodista pelirroja de la que hablaba al principio. Decidió escribir su vida cuando ella, al igual que Douglas, se encontraba en la cumbre del éxito. Un día se dirigía a una fiesta en un taxi, cuando vio a una mujer hurgando en la basura: era su madre. Se sintió culpable por vivir en una vida de lujo (aunque intentó muchas veces ayudarla sin resultado) y a la vez avergonzada: no quería que nadie supiera su secreto, ya que se podría dañar su reputación.

Gracias al empeño de su marido escritor y a la necesidad de contar su vida increíble, se embarcó en la escritura de El castillo de cristal. Los padres de Jeannette, excéntricos y bohemios, no se contentaban con vivir en una sola ciudad, vivieron una vida errante a lo largo de EEUU. Querían a sus hijos a su extraña manera. El padre, alcohólico y esquizofrénico, y sin embargo un tipo interesante, intentaba inculcar a sus hijos la pasión por vivir. Su madre era una pintora que no tenía interés en cuidar a sus hijos ni en realizar las tareas domésticas, así que Jeannette y sus hermanos tienen que aprender a cuidarse solos y entre ellos. Hasta que un día dijo basta: al igual que Douglas, se va a Nueva York (la ciudad de las oportunidades) y consigue sus sueños.

Su vida novelada, El castillo de cristal, se convierte en un best-seller (se la compara también con Las cenizas de Ángela) e incluso es llevada al cine en 2017. Jeannette ya no es la niña de tres años que estaba friendo salchichas en agua, subida en un taburete. Pero aún muchas personas que van a sus firmas de libros se acercan a decirle que se ven reflejados en sus historias: Se levantan la manga de la camisa y enseñan quemaduras o cicatrices que tienen desde niños, por descuido o dejadez de sus padres. Ella no solo los ha perdonado, sino que se siente de algún modo afortunada por haber dormido bajo las estrellas, aprender muchas cosas sobre la vida en el desierto y la naturaleza y por haber sido educada para poseer una fuerte autoestima, a prueba de dificultades. Dice que esa forma de vida le ayuda a trivializar los contratiempos: ya no se preocupa por el retraso de un vuelo cuando ha tenido problemas más graves (por ejemplo, intentar no salir volando de la parte trasera de una furgoneta, en la que iba sin sujeción ninguna y con las puertas abiertas, junto a sus hermanos).

Tanto Jeannette como Douglas dejaron sus trabajos para dedicarse a ser escritores, ya que lo que realmente les gusta es contar historias. Ella dice: «Por eso contamos historias. Si podemos compartir entre nosotros las lecciones de nuestra supervivencia, entonces todo el mundo siente que también puede superar esos malos momentos«. Y así, su amor por la escritura tuvo el inmenso poder de sacarlos del fango.


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