Antes de ser un insulto, Cabrón era un apellido. Pedro Hernández Cabrón pertenecía a una familia acomodada de Cádiz en una época en la que los piratas eran tan respetables como ahora lo son los presidentes de las energéticas
Hernández Cabrón no se curó con empatía. Vivía de un oficio en la misma línea que otros negocios de la guerra que consistían en liquidar al contrario para quedarse con sus bienes.
Pedro Cabrón se estableció en 1404 entre Cádiz y El Puerto de Santa María. En 1473 su nieto, Pedro Hernández Cabrón, combatió con los Ponce de León contra el duque de Medina Sidonia. Cometió muchos crímenes, pero en 1478 los Reyes Católicos lo amnistiaron. Fue un grave error, como lo es la condescendencia actual con los que roban amparados por las leyes.
No comentaré su participación en la conquista de las Canarias para que no se convierta en un hilo de terror. En 1490, se convirtió en alcalde de Rota. Es asombroso cómo estos personajes acaban en la política. Por eso es tan importante apoyar a los políticos honrados frente a quienes no lo son. En 1490, los comerciantes burgaleses afincados en Sevilla esperaban un barco cargado de mercancías de Flandes, pero encalló.
La mezquindad de Cabrón
La tripulación fue dejando la mercancía en playa, pero Pedro H. Cabrón fue con sus naves a saquear todo lo que pudiese. En 1491, una carabela se llenó de mercancías en Canarias y el maestre, que era de Rota, abandonó en tierra al mercader y se quedó con la mercancía.
El maestre fue condenado a muerte y la justicia ordenó a P. H. Cabrón que capturase al delincuente, pero Cabrón lo demoró para que escapase.
La expulsión de los judíos hizo que se juntasen unos 8.000 de Jerez y Medina Sidonia y contrataron a Cabrón para que les llevase a Orán, en el norte de África. Acabaron en Cartagena y Málaga, según unos por maldad y según otros por una tempestad.
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