Las hormigas han conseguido salir a la superficie de los dedos de mis manos. Mis nervios han podido al fin colocarse en el lugar que dejan estas. Siempre estuvieron allí, pero hasta hoy no consiguieron hacerlo de manera física. Mis estados nerviosos se reparten por toda mi anatomía y nunca se encuentran unidos. Yo sí que soy un país democrático y joven, y no ese de América
Los hermanos Coen demostraron que sí que era un país para viejos. Los españoles actuamos muy bien si el papel lo tenemos tan interiorizado que no sabemos si lo acabamos de aprender o forma parte de la memoria de lo vivido. Javier Bardem ganó un Oscar en esa película haciendo de psicópata en un país donde el salvajismo se confunde con el costumbrismo.
Hay veces que la realidad utiliza a la ficción para ponerse en primer plano. Un plano donde no poder esconder las imperfecciones de la misma. A mí esto también me pasa y puede que sea la razón por la que haya escrito estas frases que llevo del artículo. Hace poco tiempo que se publicó una novela que he escrito y las consecuencias de ello las veo en este presente continuo que se queda anticuado a cada momento.
Lo hecho, hecho está. Pasa con una novela, con un asesinato o con un sueño. En mi caso, la inseguridad y las dudas me hacen no saber si yo he sido asesino o soñador en algún momento de mi vida, pero son las mismas características las que me hacen saber que sí que cometí el acto terrorista soñado por todo escritor: ejecuté una novela. O eso parece. Los días reales se suceden y los dos ejemplares físicos del libro que me guardé para mí así lo atestiguan. Hace tiempo que no hago apreciaciones táctiles de los mismos, exactamente desde que la editorial (real o inventada, algún día se sabrá) me los envió por correo. Puede que mis ojos me engañen, un espejismo de mi mirada sedienta por encontrar algún oasis del que beber un agua que puede que no exista.
Una duda me lleva a la otra
A veces ojeo el libro. No lo he leído de principio a fin desde que hice la última corrección, y durante esos momentos el libro sólo era un embrión escuchimizado de algo imposible de existir. Allí sólo estaba un servidor y ni siquiera hay seguridad de que así fuera. Lo leído me suena como si lo hubiera escrito, y esto a veces me hace pensar en que lo que ocurre en esas páginas me pasó a mí. Una duda me lleva a la otra. Y esta es la única seguridad que sé que ocurrirá. El desdoblamiento de mis distintas probabilidades de ser y de estar es lo que garantiza que mi salud mental no deba preocuparse de forma profunda. No saber si lo que parece hecho por ti fue realmente así produce una extrañeza que, como es lógico, asusta, pero que también produce una paz inigualable.
Ojalá haber vivido las andanzas del personaje protagonista, pienso muchas veces. Pero otras me alegro de haberlo olvidado si es que fueron así. En otras ocasiones, me fijo en la parte formal y artística del mismo y pienso que jamás volveré a escribir una historia tan larga, con su presentación, nudo y desenlace canónicos. Siempre y cuando lo hiciera el que sí que está escribiendo este artículo que ustedes están leyendo. Que jamás tendré un momento igual donde mi sensibilidad y mis dotes más artísticas se desarrollarán en mi yo por escrito. Que el estilo que encontré para escribir la novela ayudó a que pudiera un servidor seguir vagueando mientras hacía y pensaba en otras cosas.
Cuando pienso que la cosa salió bien es cuando certifico que jamás volveré a hacerlo de esa manera o que se confirma que quien escribió la novela fue otra persona. Por otro lado, cuando veo los defectos que tiene, es cuando observo la novela más mía, me adueño de ella y la defiendo o la ataco con mi ternura más desafiante. Me doy cuenta que podía haber mejorado algunas cosas, pero que, si lo hubiera conseguido, es en ese momento cuando me habría dado cuenta que era el libro de una persona muy distinta a la que soy yo.
A uno le pone nervioso la realidad de las cosas. Que se cumplan los objetivos que uno se marca te deja a un paso resbaladizo del precipicio
A uno le pone nervioso la realidad de las cosas. Que se cumplan los objetivos que uno se marca te deja a un paso resbaladizo del precipicio. La gestión de lo que se quería antes de conseguirlo es fácil, pero una vez logrado, aunque sea de una forma sencilla y sin alharacas, hace que el agujero en mi estómago se vaya haciendo más grande, como si quien estuviera disparándome para que así fuera, supiera que le estuviera rogando que el punto de mira de la pistola subiera unos cuantos centímetros a mi yo más latente.
Mi corazón dispara la hemorragia de la que estoy hecho. Heridas abiertas en las que pretendo esconderme para no hacerme tan evidente. Ojalá la costra se forme en mis ojos y la dureza no se vea y solo se sienta si me ciega la realidad. Cuando se me mete algo en los ojos, solo lo dejo salir si no quiero verlo.
Todo esto lo escribo porque necesito de la ayuda de los que me están leyendo. Este viernes 21 de abril presento en Madrid esta supuesta novela. Si están en la ciudad y pueden venir, será un placer para mí encontrarme con otras irrealidades y poder hacerlas corpóreas. Y si no, pueden venir y me pueden ayudar de la manera que sea a encontrar las verdades alrededor de este libro que dice ser escrito por un servidor, se lo agradeceré eternamente. Ojalá este mundo extraño se haga realidad.
Entiendo tu vértigo pero… relájate y disfruta: no todo el mundo es capaz de escribir una novela y sacarla adelante. Ánimo y enhorabuena.