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La ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero. / EP

Opinión, Política

El deterioro imparable de la Hacienda Pública española

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La Hacienda Pública española nunca ha tenido menos prestigio que hoy, ni ha sido tan despreciada y rechazada por la ciudadanía. Bajo el mandato de la ministra María Jesús Montero, la Hacienda del Estado ha adquirido una insoportable imagen de carroñera y se ha convertido, para millones de españoles, en enemiga a la que uno se somete sólo por temor

Aunque hoy parezca imposible, hubo un tiempo, hace más o menos medio siglo, que la Hacienda pública era valorada y apreciada como asunto de todos, vinculado al bien común. Era la época del popular y célebre eslogan Hacienda somos todos. Los españoles de entonces pagaban con gusto sus impuestos, convencidos de que, de ese modo, contribuían al bien común y al progreso de la nación.

Pero pronto comenzó el deterioro, impulsado por la mala gestión de los políticos, que ya corrían por la pista de la corrupción y el latrocinio, precedidos por el corrupto monarca. Las clases medias empezaron a ser saqueadas, los pobres pagaban más impuestos que los ricos, proporcionalmente, y crecieron los privilegios y exenciones fiscales para los políticos, los millonarios y las grandes empresas, La vorágine de corrupción, abuso e injusticia destrozó la imagen de la Hacienda Pública, que se pudrió, más incluso, que la política española.

El pueblo empezó a sospechar que los dineros que recaudaba Hacienda no sólo servían para que los servicios públicos fueran de calidad, sino que también terminaban en los bolsillos de los políticos corruptos, verdaderos responsables, con su comportamiento rastrero y sucio, de los actuales males de España y del profundo desprestigio de la política.

Un nido de corrupción

En este siglo XXI, Hacienda ya no sólo no somos todos, sino que es considerada un nido de corrupción, injusticia y abuso. Los recientes asuntos del IVA de las mascarillas y de la luz, que el gobierno se resistía y se resiste a bajar, aduciendo la mentira de que Bruselas les impide la reducción, a pesar de que en muchos países de Europa lo han hecho, es un síntoma evidente de que Hacienda se ha convertido en un látigo enmierdado que flagela y saquea a los españoles, con recaudadores que no merecen confianza ni respeto. La codicia exhibida al pretender aumentar los impuestos sin que la clase política renuncie a uno sólo de sus privilegios ha terminado de destrozar la imagen de Hacienda, que ha suscitado rechazo y desprecio inéditos cuando se ha propuesto resucitar e imponer por la fuerza, en toda España, el odiado impuesto de sucesiones, el que, según la ciudadanía, permite al gobierno robar las herencias con impunidad.

La voracidad recaudadora del gobierno actual es para millones de ciudadanos asombrosa, inmoral y corrupta. Nunca antes el desprestigio de Hacienda cayó tan bajo. Algunos le llaman codicia, pero es simplemente ansia de poder. Los políticos que nos gobiernan saben que el poder fluye del dinero y ellos lo necesitan en abundancia para comprar voluntades y votos, para crear clientelismo, para premiar a los fieles y para permanecer en el poder, que es lo que más les interesa. La propaganda del gobierno, según la cual los impuestos sirven para mejorar de los servicios, potenciar la igualdad y proteger a los débiles, no es creíble, porque el pueblo sabe que es el poder lo que obsesiona y envilece a los que nos gobiernan.

La corrupción y la caída de Hacienda en el pozo del desprecio no es obra sólo de la insaciable izquierda, sino también de una derecha que, ante el dinero, ha traicionado todos sus principios liberales y se ha hecho socialista, sobre todo en los desastrosos tiempos de Mariano Rajoy, uno de los padres de la actual desgracia de España, en los que, después de prometer reducciones, subieron los impuestos y creció la corrupción con un entusiasmo que superaba al de la históricamente depredadora izquierda.

Muchos medios de comunicación, sobre todo cadenas de televisión, generosamente comprados por el actual gobierno, hablan con hipocresía y falsedad de que, en España, falta conciencia fiscal y que las personas se niegan a contribuir con su dinero a las necesidades del Estado y de la sociedad, pero nadie dice por qué ocurre eso y nadie se atreve a destapar la gran mentira de que es el Estado español, manirroto, despilfarrador, atiborrado de privilegios y con más políticos y asesores a sueldo que ningún otro país de Europa, es el gran culpable del descrédito de Hacienda y del hundimiento de lo público.

¿Por qué ningún comentarista o tertuliano dice que el Estado tiene que adelgazar urgentemente y que sobran en España más de 300.000 políticos a sueldo del Estado, además de otros tantos enchufados a dedo, asesores, y beneficiados de contratos públicos indecentes y componendas corruptas?

En ocultar a la opinión pública los grandes pecados de los gobiernos, que son el Estado gigantesco y enfermo de obesidad mórbida, la corrupción que anida en los partidos políticos y en las instituciones y la conversión de la mentira en política de Estado, está el núcleo de la decadencia y desgracia actual de España, un país que retrocede y que se hunde con más intensidad y velocidad que cualquier otro en Europa.

Cualquier regeneración de España debe empezar por limpiar la cúspide del poder y moralizar la clase política

Cualquier regeneración de España debe empezar por limpiar la cúspide del poder y moralizar la clase política, origen y fuente de todos los males del país. Hay que cerrar las brechas que los políticos han abierto en la democracia para que los peores miembros de la sociedad, generalmente mediocres, ineptos y chorizos, alcancen puestos altos en las administraciones tras haberse apoderado del Estado, del que han expulsado, directa o indirectamente, a las mentes lúcidas y críticas, a los verdaderos demócratas y a los portadores de valores y decencia.

En medio de ese panorama, Hacienda se aleja de la ciudadanía y reluce como el gran problema, como una suciedad pública que huele mal, sospechosa de que los dineros caigan en malas manos y sirvan más al poder que al ciudadano, a los privilegios que a la igualdad, a la corrupción y al hundimiento de España que al bien común.


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Un comentario

  1. Jose Ramón Talero Islán

    D.Francisco,mi más sincera felicitación por este artículo,genial como siempre y lleno de verdad y realidad….
    ¿Cómo se limpiaría la cúspide del poder y moralizar a la clase política? Tarea ardua .Saludos cordiales…

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