noria chernobyl

Una imagen de la noria de Chernóbil.

Opinión, Política

El ángel de la muerte

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Una de mis películas favoritas de todos los tiempos, y que además me recuerda a mi niñez, es ‘Los diez mandamientos’ (1956)

No sólo por los fantásticos efectos especiales, que la hicieron merecedora de un óscar ni por la geniales interpretaciones de Charlton Heston y Yul Brynner. La historia en sí, aunque se basa en La Biblia, me resultaba impresionante. Muchas imágenes se quedaron en mi retina, como la separación de las aguas, las plagas de Egipto, la construcción de las pirámides… Y por supuesto, la noche en que pasa el ángel de la muerte. Dios quiere castigar a los egipcios que impiden la libertad al pueblo judío, y decide eliminar a los primogénitos de cada casa. Para que el ángel de la muerte pase de largo, los judíos deben marcar con sangre el dintel de la puerta y quedarse encerrados. Era estremecedor escuchar los gritos de las madres en la calle, con sus hijos muertos en brazos, y ver cómo muchos caían fulminados.

Ahora recuerdo todo esto, cuando me siento segura en mi casa (por el momento) mientras veo las noticias sobre la guerra de Ucrania. Seguimos aún boqueando tras una pandemia brutal, en la que nos vimos obligados a vivir en un encierro mientras el ángel de la muerte pasaba sin escrúpulos por las residencias de ancianos y los hospitales. Nos sentimos muy vulnerables, pero aún así pensamos que éramos los protegidos. Nuestra sangre en el dintel fueron las vacunas o unas buenas defensas. Veíamos caer a los demás y pensábamos: «Ah, ese es que no se ha vacunado…».

Pensamos que pasó el peligro y de nuevo nos sentimos amenazados por una situación que escapa de nuestras manos, una guerra absurda en el momento más inoportuno (aunque creo que una guerra nunca es oportuna) ahora que todos los países deberían centrarse en sanear su economía, en invertir en investigación, crear empleo y curarnos todos poco a poco.

Con un sarcófago de energía nuclear que puede volver a activarse y contaminar a todo el planeta sin remedio, Chernóbil, ciudad fantasma, se ha convertido paradójicamente en sitio de reclamo turístico. Son muchos los viajeros y youtubers que deciden ir a hacerse fotos junto a la noria oxidada de un triste parque de atracciones abandonado para siempre. En la excursión quedan advertidos de que corren el riesgo de ser afectados por la radiación. Aún así, van bajo su propia responsabilidad, lo que viene a demostrarnos de nuevo que la estupidez humana no tiene límites.

Si se abre la caja de Pandora, no nos van a dar a elegir si queremos correr el riesgo, todos sufriremos las consecuencias. Y si no se para la guerra ya, no habrá distinción entre buenos y malos, judíos y egipcios. No habrá para ninguno salvación ni sangre en el dintel. Sólo sentiremos el hálito frio y oscuro del ángel de la muerte antes de cerrar los ojos para siempre…


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Un comentario

  1. Demasiado tendríamos ya con las desgracias sobrevenidas, como la pandemia, o las catástrofes naturales. El hombre a través de los tiempos sigue en su ambición, en su empeño absurdo de conquistar, de acaparar territorios, aplastando vidas y derechos humanos. Ya lo decía Óscar Wilde: «Mientras la guerra sea considerada mala, conservará su fascinación; cuando sea considerada vulgar, cesará su popularidad».

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